Señor, tanto si me respondes o no lo haces,
seguiré invocándote,
invocándote sin cesar,
bajo los cielos de mi reiterativa oración.
Tanto si vienes como si no te siento, confiaré de que te acercás cada vez más a mí en cuanto perciba un gesto de amor al corazón.
Tanto si hablás como si no, no me cansaré de implorarte. Aunque no me des la respuesta que espero, no dudaré de que, de un modo u otro, te estarás dirigiéndote a mí.
En la oscuridad más profunda de mi oración sabré que juego a la escondida con Vos.
Y en medio de la danza de mi vida, de la enfermedad y de la muerte, sé que si sigo invocándote, sin caer en la desconfianza por tu aparente silencio, me regalarás la respuesta.
Que así sea!