Evangelio según San Lucas 5, 33-39

jueves, 6 de septiembre de

Ellos le dijeron: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben.» 

 

Jesús les dijo: «¿Pueden acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán en aquellos días.»

 

Les dijo también una parábola: «Nadie rompe un vestido nuevo para echar un remiendo a uno viejo; de otro modo, desgarraría el nuevo, y al viejo no le iría el remiendo del nuevo. «Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino nuevo reventaría los pellejos, el vino se derramaría, y los pellejos se echarían a perder; sino que el vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos. Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo porque dice: «El añejo es el bueno.»

 

 

Palabra de Dios

 

 

 


P. Javier Soteras, director de Radio María Argentina, sacerdote de la Arquidiócesis de Córdoba

 

 

 

 Hoy Jesús en el evangelio nos plantea:
¡A vinos nuevos, odres nuevos!

Cuando Jesús nos dice: A vinos nuevos, odres nuevos, nos está invitando a hacer:
Un cambio interior.
Una conversión desde la raíz
Una transformación profunda, demente, de corazón
para poder ser revestidos de su presencia, de su gracia

Para configurarnos a Él, como dice Pablo, hasta tener los mismos sentimientos de Cristo, Jesús.Hasta tener el corazón de Cristo.Aquello que en Ezequiel se profetiza: “les daré un corazón nuevo, les infundiré un corazón nuevo. Arrancaré de ustedes el corazón de piedra, les daré un corazón de carne”

 

Es la carne de Jesús la única capaz de transformar nuestras vidas. El Contacto con la carne de Jesús transforma nuestra vida.Juan Pablo II, en su exhortación apostólica: Iglesia en América, nos recordaba una verdad esencial:El encuentro con Jesús vivo, la carne de Cristo, nos mueve a la conversión profunda, conduce a la conversión permanente.

 

También nos ha recordado que:La meta del camino de conversión, no es cualquier meta, es la santidad, es decir, llegar al estado de: “el hombre perfecto”. A la madurez de la plenitud en Cristo. Todos estamos llamados a ser santos.

 

Esta vocación universal no es una novedad. Ya el apóstol Pedro, el primer Papa, exhortaba a los primeros cristianos a responder a su vocación, a la santidad, poniendo todo empeño en asumir una conducta digna de su nueva condición.

Como hijos obedientes: “No se amolden a las apetencias de antes, del tiempo de nuestra ignorancia, más bien, así como el que nos ha llamado es Santo, así también ustedes sean santos en toda su conducta, como dice la palabra:Sean santos, porque Yo soy santo ”

 

El vino nuevo, que supone odres nuevos, trae la novedad, ¡es el mismo vino hace el odre!.

No es que hay que transformar el odre para que el vino llegue, si no que el vino mismo es el que convoca a la transformación de nuestras vidas para que sea contenida en toda su plenitud.La Gracia derramada en Cristo Jesús en llamados a ser Santos como Él es Santo.Que tengas una hermosa jornada y que el evangelio de Jesucristo, la novedad que El trae para la vida nueva sea la parte esencial de tu camino por estas horas.

 

 

 

Oleada Joven