En la vida cotidiana muchas angustias ensombrecen nuestro corazón. Propio de nuestra condición humana, es sufrir.Sin embargo el sufrimiento se presenta ante nosotros como un enemigo que hay que combatir, desaparecer, tapar. Pareciera que no podemos darle ningun tipo de espacio al sufrimiento en nuestras vidas, razonamiento que es comprensible. Pero hoy te invito a mirarlo con otros ojos.
San Agustín nos decía: “Si no quieres sufrir no ames, pero si no amas, ¿para qué quieres vivir? “
Muchas veces el amor implica una cuota de sufrimiento. Sufrimos porque podemos perder a las personas que amamos. Nos lamentamos por ese buzo que perdimos y nos había abrigado tantas veces del frío. Lo maravilloso del sufrimiento es que para que este se manifieste antes existió amor.
Cristo murió en la cruz por nosotros, ese sacrificio implico sufrimiento. En el monte de Getsemaní Jesús rezaba con insitencia al padre e incluso llego a suplicarle: Padre, si es posible, aparta de mi este cáliz. Jesús acepto ese sufrimiento, no por menos que por un AMOR infinito que sentía por la humanidad. Una humanidad que lo había negado, insultado, y luego crucificado.
Cuando observamos la cruz vemos ambas caras. Cristo padeció y murió por qué él llevaba consigo la bandera del AMOR. No puedo imaginar más grande Maestro de Amor que él.
“Señor vos que sos el Gran Maestro del Amor enseñanos a Amar más, y mejor.”