Evangelio según san Lucas 7,11-17

lunes, 17 de septiembre de

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.

 

Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.»

 

Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!»

 

El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.

 

Palabra del Señor

 


 

P. Raúl Gómez sacerdote de la Arquidiócesis de Mendoza

 

 Nos encontramos en torno a la Palabra del Señor. En este día el evangelio nos sitúa en esta escena bíblica donde aparecen Jesús, los discípulos y la multitud. Ellos, que se dirigen a la ciudad de Naím y encuentran un cortejo fúnebre. El dolor que atravesaba a esa viuda al perder a su hijo conmueve a Jesús, se compadece y le dice: No llores. Y acercándose al féretro le dice al jóven difunto: Levántate. Estas palabras para nosotros son signos de fortaleza. Cuando estamos tristes, caídos, golpeados, en la parte más difícil de nuestra vida, Jesús nos dice “No llores. Levántate “.

 

Qué importante es para nosotros reconocer la voz del Señor y alabarlo, como lo hizo el jóven y tantos que al encontrarse con Él dan Gloria a Dios y testimonian de su Poder, de su bondad y de su Amor. Él, que se detiene en el camino para asistir a quienes están desprotejidos, solos, tristes, en las periferias de la vida.

 

Pidámosle al Señor en este día que nos conceda la Gracia de poder sentir su presencia, que sea Su voz la que resuene en nuestro corazón, que se conmueva ante nuestra historia y nos conceda lo que necesitamos.

 

Muchas veces podemos experimentar, en medio del dolor, sentirnos sin entusiasmo ni ganas de seguir. Sin embargo, el Señor nos invita, con su Palabra, a seguir adelante.

 

Que el Señor sea luz y guía para nuestro camino y que nos bendiga y acompañe a lo largo de esta semana.

 

Oleada Joven