El Amor constituye uno de los sentimientos más nobles y grandes que existe. Por Amor, Dios entregó a Su Hijo Unigénito Jesús. La esencia fundamental de Dios es el Amor. Él es Amor. Dice en 1ra. Juan 4:8 “El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor”. Recuerda, todo lo que hagamos debemos hacerlo con Amor. Dios es Amor, entonces todo absolutamente todo debemos hacerlo teniendo a Dios con nosotros, pues de nada te vale hacer todo sin Dios de tu lado. Y para tener a Dios con nosotros y ser constituidos sus hijos es imprescindible que Cristo Jesús sea nuestro Señor, Rey y Salvador; ser bautizados en el Espíritu Santo y el fuego de Su Amor.
La Verdad debe ir unida al verdadero Amor.
Las verdades de Cristo deben estar unidas al Amor no fingido.
Señal de la Cruz: Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Introducción.
Credo, Padre Nuestro, 3 Ave María (por la fe, la esperanza, la caridad), Gloria.
o bien
Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria.
Primer Misterio Amoroso. El Mandamiento del Amor.
«Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.”» (Juan 13,12-15)
«Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros.» (Juan 13,34-35)
Pausa de reflexión: El juicio final no se basará en la cantidad de nuestras comuniones, de nuestras misas dominicales, de nuestras prácticas religiosas, sino en nuestra conducta para con los hermanos. No seremos interrogados sobre lo que hemos hecho frente a Dios, sino sobre lo que hemos hecho frente a los demás.
El juez divino va a decir: “En verdad os digo que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos, conmigo lo hicisteis.” (Mateos 25,40).
San Agustín, en una de sus epístolas, habla muy claramente en el mismo sentido: “La caridad fraterna es la única que distingue a los hijos de Dios de los hijos del diablo. Pueden todos hacer la señal de la cruz, responder amén, hacerse bautizar, entrar en la iglesia, edificar templos. Pero los hijos de Dios sólo se distinguen de los del diablo por la caridad. Puedes tener todo lo que quieras; si te falta el amor, de nada te vale todo lo demás.”
Padre Nuestro, 10 Ave María (meditando el misterio), Gloria.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, y soccorre especialmente las que somos más necesitadas de tu Misericordia.
Segundo Misterio Amoroso. El Amor trae unidad.
«No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno -yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste.» (Juan 17,20-23 y ver Lucas 9,49-50) «Si la exhortación en nombre de Cristo tiene algún valor, si algo vale el consuelo que brota del amor o la comunión en el Espíritu, o la ternura y la compasión, les ruego que hagan perfecta mi alegría, permaneciendo bien unidos. Tengan un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento. No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás. Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús.» (Filipenses 2,1-4)
Pausa de reflexión: Cuando somos capaces de unirnos y ser uno solo en Cristo, entonces verdaderamente estamos viviendo nuestra conversión. Dicen que en la unión esta la fuerza, pero yo les digo que en la unión esta la verdad. Cuando somos capaces de unirnos y ser uno solo en Cristo, entonces verdaderamente estamos viviendo nuestra conversión. Cuando mis manos se convierten en el soporte del otro que no lo deja caer y nos convertimos en protectores de los demás, entonces estamos haciendo la voluntad de Dios. En la unión esta la fuerza, pero se necesita más que fuerza para ser funcionales. Si hay fuerza pero no hay decisión, no hay buena intención, no hay amor, tolerancia, colaboración, desprendimiento, entrega, convicción. De nada sirve el que te unas, hace falta que esa unión venga acompañada de ciertos elementos que darán credibilidad a esa unidad.
Cuando te unas no busques un interés personal, sino que busca compartir el mismo querer de Dios para todos. Si nos unimos sin Dios, no es unión, es oportunismo. Necesitamos familias, amigos, matrimonios, cristianos, comunidades, ministerios unidos, porque en la unidad es que nos creerán que somos de Cristo.
Ya basta de buscar cada quien sus propios intereses, desde siempre recordemos que la obra es de Dios y nadie puede vanagloriarse de tener algo que le pertenece a Dios y que nos fue entregado para compartirlo. El amor y la misericordia, la visión y los proyectos de Dios, se trabajan en unidad. Nadie deberá hacer nada por su propia cuenta, todos debemos trabajar partiendo de la mano del hermano. “Así pues yo, el prisionero por amor al Señor, les ruego que, como corresponde a la vocación a la que han sido llamados, se comporten con gran humildad, amabilidad y paciencia, aceptándose mutuamente con amor. Preocúpense de conservar, mediante el vínculo de la paz, la unidad que es fruto del Espíritu.” (Efesios 4, 1-3)
“Permaneced, pues, en estos sentimientos y seguid el ejemplo del Señor, firmes e inquebrantables en la fe amando a los hermanos, queriéndoos unos a otros, unidos en la verdad, estando atentos unos al bien de los otros con la dulzura del Señor, no despreciando a nadie. Cuando podáis hacer bien a alguien, no os echéis atrás, (…). Someteos unos a otros y procurad que vuestra conducta entre los gentiles sea buena así verán con sus propios ojos que os portáis honradamente; entonces os podrán alabar y el nombre del Señor no será blasfemado a causa de vosotros. Porque ay de aquel por cuya causa ultrajan el nombre del Señor!” (SAN POLICARPO DE ESMIRNA, Carta a los Filipenses, 9,1 -11, 4)
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, y socorre especialmente a las que somos más necesitadas de tu Misericordia.
Tercer Misterio Amoroso. El testimonio del Amor -Caridad-.
«Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno. Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse.» (Hechos 2,44-47)
«…el fruto del Espíritu es: amor [caridad], alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia… » (Gálatas 5,22-23)
Pausa de reflexión: Quizá la nota más característica de la vida de los primeros cristianos era cómo sabían quererse entre sí. Esta será la señal por la que serán reconocidos por los paganos. Procuraban llevar a la práctica el mandato de Jesús “amaos unos a los otros como Yo os he amado”: ésta es la herencia que nos han dejado, y la que nosotros deberemos trasmitir a los que vengan después. No se trata de filantropía o de humanitarismo sin más: están dispuestos –como dice Tertuliano- a dar la vida por los demás. “Pero es precisamente esta eficacia del amor entre nosotros lo que nos atrae el odio de algunos, pues dicen: «Mirad cómo se aman», mientras ellos sólo se odian entre sí. «Mirad cómo están dispuestos a morir el uno por el otro», mientras que ellos están más bien dispuestos a matarse unos a otros.
El hecho de que nos llamemos hermanos lo tienen por infamia, a mi entender, sólo porque entre ellos todo nombre de parentesco se usa sólo con falsedad afectada. Sin embargo, somos hermanos vuestros en virtud de nuestra única madre la naturaleza, aunque seáis bien poco hombres, pues sois tan malos hermanos.” (TERTULIANO, Apologético, 39, 1-18 | Las famosas palabras que, al final del siglo II, Tertuliano ponía en boca de los paganos que admiraban cómo se querían los cristianos entre sí, debemos hacerlas presentes también hoy en día…)
“Socorren a quienes los ofenden, haciendo que se vuelvan amigos suyos; hacen el bien a los enemigos. No adoran dioses extranjeros; son dulces, buenos, pudorosos, sinceros y se aman entre sí; no desprecian a la viuda; salvan al huérfano; el que posee da, sin esperar nada a cambio, al que no posee. Cuando ven forasteros, los hacen entrar en casa y se gozan de ello, reconociendo en ellos verdaderos hermanos, ya que así llaman no a los que lo son según la carne, sino a los que lo son según el alma.” (escribe este estadista griego, ARISTIDES DE ATENAS, La Apología, 15)
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, y socorre especialmente las que somos más necesitadas de tu Misericordia.
Cuarto Misterio Amoroso. El Amor mutuo fratenal perdonador.
«Por su obediencia a la verdad, ustedes se han purificado para amarse sinceramente como hermanos. Ámense constantemente los unos a los otros con un corazón puro, como quienes han sido engendrados de nuevo, no por un germen corruptible, sino incorruptible: la Palabra de Dios, viva y eterna.» (1 Pedro 1,22.23)«Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección.» (Colosenses 3,12-14)
Pausa de reflexión: Tomamos ejemplo de la alegría, la sencilléz de corazón, caridad y comunión que hay entre los frailes franciscanos (o las clarisas), y de quien Jesucristo levantó como San Francisco de Asís, para avivar el Amor y la comunión en un momento oscuro de la Iglesia; el cual escuchó al Señor decirle: “Francisco, ve y repara mi iglesia, ¿no ves que amenaza ruina?”.“Sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vinculo de la paz. De esta manera demuestra que es imposible mantener la unión y la paz si los hermanos no se toleran mutuamente y si no conservan el vínculo de la unión fraterna mediante la virtud de la paciencia.” (SAN CIPRIANO DE CARTAGO, Tratado sobre la paciencia, 13)
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, y socorre especialmente aquellas que somos más necesitadas de tu Misericordia.
Quinto Misterio Amoroso. La preeminencia del Amor.
Juan Pablo I mártir
https://youtu.be/_-eL0w6BcWQ
Pausa de reflexión: Quienes vivimos en la fe, quienes creemos que Jesús es el hijo del Dios viviente, olvidamos frecuentemente qué fue lo que motivó a Dios Padre a entregar a su hijo para reconciliar al hombre con Él, así como olvidamos también lo que motivó a Jesucristo a dar su vida por nosotros. Repito, se nos olvida.
Es entonces cuando, apoyados en nuestra religión (falsa fe) empezamos a defender precisamente eso: la religión. No podemos ir por el mundo defendiéndonos o juzgando a los demás por sus particulares creencias o ausencia de éstas; ello nos aleja de las personas a quienes primeramente debemos llevar la verdad de Cristo a través de nuestro testimonio, y me refiero a nuestros padres, a nuestros cónyuges, a nuestros hermanos, a nuestros hijos, a nuestros demás familiares y amigos. No nos conformemos con la buena Palabra de nuestras iglesias, limitada a aquellas personas con las que coincidimos en nuestra fe y dentro de cuatro paredes. Busquemos llevar el evangelio auténtico de Jesucristo en obras, aquel evangelio en el que se basan los dos más grandes mandamientos: amarás al Señor tu Dios por sobre todas las cosas y ama a tu prójimo como a ti mismo. Hagamos de nuestra fe una forma de vida no una religión, permitamos que Dios nuestro Señor sea quien dirija nuestros pasos y entonces nos haga instrumentos de bendición para aquellos que no le conocen. Que las personas reciban a través de nosotros lo que Dios tiene preparado para ellos, sin que vean en nosotros tal o cual religión o denominación.
Entonces, sin lugar a dudas, empezaremos a establecer el reino de Dios alrededor nuestro y ya no seremos como esos sepulcros blanqueados a los que se refería nuestro bien amado Señor Jesús.
Seamos el reflejo fiel de seguridad y poder de Aquel que dio su vida por nosotros: ¡Jesucristo nuestro Salvador!
Padre Nuestro, Ave María, Gloria por las intenciones del Papa. Salve.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
– Soli Deo honor et gloria.