Santa Margarita María Alacoque y la devoción al Sagrado Corazón

martes, 16 de octubre de

 

Santa Margarita María fue la sencilla monja que, a los 25 años mientras estaba en adoración ante el Santísimo Sacramento, tuvo la primera de las manifestaciones visibles de Jesús que se repetirían durante dos años más, todos los primeros viernes de mes. En 1675, durante la octava del Corpus Christi, Jesús se le manifestó con el corazón abierto, y señalando con la mano su corazón, exclamó: “”He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor.””

Margarita María Alacoque, escogida por Jesús para ser la mensajera del Sagrado Corazón, hacía un año que vestía el hábito de las monjas de la Visitación en Paray-le-Monial. Le costaba mucho la oración, pero acudía a la Virgen María para que la asistiera.

Según relata la misma monja, el Salvador siguió diciéndole que en este mundo tan frío quería suscitar una nueva primavera de entrega a Él por medio de la devoción a su Corazón, símbolo y sede de su amor redentor. Y que ella, Margarita María, era la encargada de anunciar a los pueblos las inescrutables riquezas de Cristo. Dos, pues son los actos esenciales de esta devoción: amor y reparación. Amor, por lo mucho que Él nos ama. Reparación y desagravio, por las muchas injurias que recibe sobre todo en la Sagrada Eucaristía.

Las extraordinarias visiones con que fue favorecida le causaron al principio incomprensiones y juicios negativos. Comenzó a compartir la dirección espiritual con el jesuita Santo, Claudio de la Colombière, quien supo acompañarla en el discernimiento y en el cumplimiento de su misión. En el último periodo de su vida, elegida maestra de novicias, tuvo el consuelo de ver difundida la devoción al Corazón de Jesús, y los mismos opositores de un tiempo se convirtieron en fervorosos propagandistas. Murió a los 43 años de edad, el 17 de octubre de 1690. Su fiesta se celebra el 16 de octubre. 

Fuente: corazones.com y Catholic.net 

 

 

 

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