Jesús al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: “Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”. Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.
Palabra de Dios
P. Javier Soteras sacerdote Director de Radio María Argentina
Jesús aparece expulsando a los vendedores en el templo. Han hecho de la casa de mi Padre un lugar de comercio y está llamada a ser una casa de oración.
¿Qué es lo que lo mueve a Jesús a esto? El celo por las cosas de Dios, por las cosas del Padre. Claro, se puede leer este texto, en clave de violencia: Jesús ejerce violencia. Jesús se muestra violento frente a la injusticia y frente a los poderosos, alguno de hecho, a lo largo de la historia en la Iglesia, se han valido de este texto para justificar esa voracidad y esa violencia, que se instala tantas veces en el corazón nuestro y que no forma parte de los modos como Dios quiere poner en orden las cosas.
En Jesús, lejos de haber violencia, hay agresividad apostólica y es bien distinto. La violencia viene a violar, a transgredir lo que está puesto como orden. La agresividad vuelve al orden. El que violenta, viola, es decir transgrede lo que está puesto como pauta de orden. Aquí hay desorden: han hecho de la casa del Padre, un lugar de comercio. Jesús agresivamente vuelve las cosas a su lugar. Este lugar no es un lugar de comercio, es un lugar de oración.
A veces nuestro pueblo, necesita desarrollar este espíritu de agresividad, no de violencia. Muchas veces somos los que violamos las leyes, de hecho, la sociedad Argentina se la reconoce como una sociedad anómica, es decir, que no reconoce las leyes, que viola constantemente las leyes y justifica su voracidad a la hora salirse de los cauces que establecen un orden para la convivencia de la forma más saludable.
La agresividad, hace que las cosas vuelvan a su lugar, es decir, que el orden sea respetado. Y entonces, necesitamos que la sociedad argentina crezca en este espíritu, un espíritu en poner las cosas en su lugar. Hacer respetar la ley, básicamente sería una forma muy saludable de recuperar lo que hemos perdido. El caos, lo único que genera es : falta de referencia y anomia, quiere decir: suicidio social.
Cuando una sociedad entra por el camino del caos, no respeta las leyes, sale de sus cauces, lo que se produce es: La muerte de la misma sociedad. Se pierde la fuerza que trae dentro de sí misma. La sociedad en su conjunto porque no tienen el cauce, que le da lugar al desarrollo de crecimiento de esta sociedad.
Por estos días, aquí en la radio hemos recibido la visita de Alconada Mon y el ha dicho, muy claramente: que hay un acuerdo social, cuasi diríamos así, “mafioso” en un estamento de casta, dentro de distintos poderes en la sociedad argentina, que son los que articulan la destrucción de la norma, de la pauta, de la ley. Son los que violan y los que generan el desorden social. Lamentablemente no muchas veces, los que tienen la mayor responsabilidad de velar por el bien de la sociedad en su conjunto.
La sociedad argentina debe reaccionar para desterrar este concepto de castas en los órganos de poder y establecer un orden que sea verdaderamente jugado desde el lugar de la representación que la sociedad argentina necesita, de dirigentes que tengan la capacidad de responder a lo que están llamados.
A representar el conjunto de la sociedad y el bien común de la sociedad argentina.
Que Dios nos regale esa posibilidad y que encontremos en el camino de un nuevo orden por el ejercicio de una agresiva manera de estar frente lo que es de Dios, para poner las cosas en su lugar. Esto es lo que hace Jesús y es lo que nos enseña. Distingamos entre violencia y agresividad.