Aquí en mi país (Chile) hay un dicho popular que dice: “Lo bueno viene en envase pequeño”. Cuando lo escuchaba decir, generalmente venía de alguna persona de baja estatura, para lo cual a modo de defensa y con un poco de picardía, expresaban este dicho para hacerse valer y ensalzarse frente a los demás de mayor altura.
Empiezo estas líneas con esta frase tan cotidiana porque estas semanas de adviento, la pequeñez es una característica que me ha sido objeto de reflexión mirando a Jesús que llega en esta Navidad.
¡Y es que Dios se hizo hombre por la humanidad! y viene al mundo para caminar en él junto a nosotros.
Me hace tan bien pensar que Dios lo hizo todo bien! Él no nos quería mirar siempre desde otro nivel, sino que quiso hacerse uno de nosotros y entender nuestro paso por esta tierra. Conocer de cerca lo que significa la vida humana y comprender las luchas, las aflicciones de las personas, y también vivir y compartir las alegrías que nos da el ser hijos de Dios.
Y al celebrar hoy esta fiesta de la Encarnación, contemplo unas manos y pies pequeñitos, y unos ojos penetrantes que me miran con ternura. Ese es Dios! en un pequeño niño hoy nos viene a mostrar la ternura y cercanía que guarda en su corazón de Padre por cada uno de nosotros.
Y esta pequeñez no solo la vemos en el pesebre, depositada en una cunita llena de paja y rodeada de unos cuántos animales que dan calor. Esa pequeñez la veo en Jesús siempre. Porque siendo Dios, se hizo carne, viniendo al mundo porque es grande, pero se hace pequeño.
Pequeño primero en el pesebre y después en la Eucaristía, pues ahi te vuelvo a encontrar cada día. No quisiste ser ensalzado como rey, y te vuelves a entregar pequeño en el pan. El pan de la vida y de la historia que nos dejaste en esa última noche.
Que nunca me falte tu humildad, Jesús, que siempre pueda abajarme. Pues esa es tu actitud permanente, ser pobre y pequeño por amor.
¡FELIZ NAVIDAD!
Javier Navarrete Aspée