Evangelio según San Juan 20,2-8

miércoles, 26 de diciembre de
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El primer día de la semana, María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.

 

Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.

 

Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.

 

Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.

 

Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.

 

Palabra de Dios

 


Padre David Pintos sacerdote de la Diócesis de San Ramón de la Nueva Orán

 

¡Buenas Hermanos! ¡Feliz Navidad! ¿Cómo la están pasando en este tiempo de gracia y de ternura de Dios? Espero que muy bien y llenos de felicidad.

 

El amor de Dios se nos ha sido dado. Y en este contexto de celebración por el amor que se nos a derramado en el niño Jesús celebramos el día del Apóstol del Amor. Celebramos el día de San Juan Apóstol y Evangelista. Este Apóstol, el más joven del grupo, asumió el amor de Dios más que nadie. Se ánimo a dejarse amar por Dios y dejarse llenar de su amor. Amo a Dios con todo su corazón y llego a definir a Dios en su esencia, nos enseñó que Dios es Amor. Ese amor llevo a Juan a creer en Jesús hasta las últimas consecuencias, nunca abandono a Jesús. Estuvo con Jesús hasta la cruz. Y después, por el amor, fue unos de los primeros en darse cuenta que Jesús resucitó. Por el amor que le tenía a Jesús era partícipe de los secretos más profundos de Dios, escuchó latir el corazón de Jesús al reclinar su cabeza en su pecho. Por ese gran amor a Jesús, el Señor en la cruz, le regaló lo más grande que un hijo puede dar: su Madre, Mama María.

 

Juan en estos tiempos nos invita a ser como él, nos enseña a amar a Dios sobre todas las cosas y hasta las últimas consecuencias. Nos enseña a estar aferrados al amor de Dios y no abandonarlo nunca, al contrario amarlo más y más. Su figura y testimonio vale para todas las personas de todas las edades y generaciones. Pero me permito rescatar algo: Juan era Joven, y con su juventud no tuvo miedo de amar a Dios y confiarse totalmente en él. Por eso invito de una manera particular a los Jóvenes a mirar el ejemplo de este Santito Joven y ser como él. Es posible ser Joven y amar a Dios con la vida. No tengan miedo de amar a Dios y entregar su corazón totalmente a él. Seguro que por ese acto de amor recibiremos grandes bendiciones de parte de Dios, bendiciones increíbles que sólo la pueden recibir aquellos que se aventuran a vivir de corazón el amor de Dios como el Apostol Juan.

 

Que Juan nos alcance la gracia de amar a Jesús como él lo hizo.  

 

Oleada Joven