Evangelio según San Lucas 2,22-35

jueves, 27 de diciembre de
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Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.

 

También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

 

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

 

“Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel”.

 

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.

 

Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: “Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos”.

 

Palabra de Dios

 


Padre Gustavo Gatto sacerdote de la Diócesis de Villa María

 

 

Seguimos bajo la luz de la Navidad. En la gloria de Dios niño que se hace cercano en este quinto día de la octava de Navidad.

 

 

Este gran domingo, esta gran celebración de la Navidad que se prolonga por 7 días en la iglesia, hoy nos detenemos en el detalle de la primer lectura de la liturgia, de la primer carta de San Juan, donde nos invita a darnos cuenta que hemos pasado de la luz de las tinieblas a la luz de la muerte a la vida, no sólo si acogemos la palabra, sino si llamamos al hermano.

 

 

Podemos decir que somos cristianos, que hemos nacido a la Vida cristiana cuando recibimos la palabra pero, cuando esa palabra se hace amor concreto en el hermano.

 

 

Sí reconocemos al hermano, podemos reconocer la palabra y si reconocemos la palabra nos ayudará a reconocer al hermano.

 

 

Hemos pasado de las tinieblas a la luz si reconocemos al hermano y vivimos el único mandamiento del amor. Que tengas un hermoso fin de semana y un buen comienzo del 2019.

 

 

 

Oleada Joven