Juventud sin mañana- Martín Descalzo

miércoles, 22 de junio de

Martín Descalzo, es un sacerdote español, periodista y escritor. Su producción literaria es amplia y viene siendo muy significativa en mi vida; sobretodo sus 5 libros “Razones”… pequeños artículos que publicaba en su columna diaria del diario, que los recopiló en Razones para vivir; Razones para la esperanza; Razones para la alegía; Razones para el amor; Razones desde la otra orilla. Si te interesa leer alguito de él, en la Biblioteca de Oleada Joven podés encontrar bastante.


Este artículo pertenece a Razones para vivir, escrito hacia el 1980.

 

Juventud sin mañana

 

Me alegró escuchar ayer mismo al Papa predicando a los jóvenes austríacos que no hagan caso a quienes a diario les inyectan la idea de que la juventud actual no tiene futuro, que los jóvenes de hoy son «una gota perdida en el mar, un número casual de una estadística, una parte sin importancia en la computadora mundial!». Todo eso no es cierto, clamaba el Papa. Toda persona humana es mucho más que eso y los jóvenes puede que tengan que vivir más cuesta arriba que nunca, pero quienes se atrevan a vivir audazmente esa cuesta arriba encontrarán en la cima un futuro del que vivir y por el que luchar.

Esa filosofía derrotista, que incita a los jóvenes a no luchar, puesto que se les da por supuesto el fracaso, me parece una de las mayores estafas, de los más peligrosos venenos de nuestro tiempo. Y no entiendo muy bien por qué se predica este pasotismo en lugar de incitar a la responsabilidad. Sobre todo cuando la experiencia demuestra a diario que un joven con agallas termina siempre por triunfar aunque tal vez no a la primera.

Lo grave es lo que tales teorías tienen de coartada para los cobardes y los mediocres. Nos hemos inventado un mundo imposible para justificar en él nuestras derrotas.

Mingote, que tiene el don milagroso de resumir en cuatro trazos toda una visión del mundo, lo contaba en ABC, cuando uno de sus personajes comentaba- «Si un muchacho humilde cae en la droga y en la delincuencia, la culpa es de la sociedad. Si un muchacho humilde trabaja y se esfuerza y llega a director de Banco o a catedrático de biología molecular, el mérito es del individuo. Falta por averiguar quién es el responsable de que la mayoría seamos tan mediocres.»

Efectivamente, en primer lugar está hoy «la sociedad» como la gran coartada. Cuando un abogado quiere defender a un delincuente, la culpa es siempre de la sociedad, que le empujó al delito. Y puede que en esto haya algo de verdadero. Pero siempre se oculta que, en ese mismo ambiente, con idénticas circunstancias, otros cien muchachos no cayeron en la delincuencia y tal vez hubo uno que ascendió a los puestos directivos de esa sociedad que, según el abogado, ahogó al primero. ¿Dónde estuvo la diferencia? ¿No será verdad que, a fin de cuentas, toda vida construida se ha logrado levantar a contrapelo de la sociedad?

Luego está la segunda gran pregunta: ¿Quién construyó la mediocridad de la mayoría sino la vagancia o la falta de entusiasmo de esa misma mayoría?

Me gustaría pedir a los muchachos que me lean que nunca busquen fuera de sí mismos las razones de sus fracasos, que tengan al menos el valor de descubrir en el espejo que ellos mismos son sus mayores enemigos. O sus mayores amigos, si, en lugar de buscar coartadas, se deciden a tomar su vida con las dos manos y a construirla durante años cada mañana y cada tarde.

 

Milagros Rodón