Evangelio segun San Mateo 7, 15-20

martes, 22 de junio de
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En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis".

Palabra de Dios


 


 Monseñor Santiago Olivera | Obispo de la Diócesis de Cruz del Eje 



Este texto que en este miércoles reflexionamos un poco que Jesús nos esta alertando, porque alerta a sus discípulos de los falsos profetas. Desde este partir de Jesús de los falsos profetas, aquellos que se visten con piel de oveja, pero por dentro son lobos, nos remite o nos lleva a que descubramos a los verdaderos profetas por medio de sus obras y nos dice que los conoceremos por sus frutos.

Así dando el ejemplo de los árboles y aquí como estamos reflexionando el de texto de Mateo, quería compartir con ustedes un pasaje de Lucas 6, 43 que dice: “No hay árbol sano que de fruto dañado, ni árbol dañado que de fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto, porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendiñan racimos de los espinos. El que es bueno de la bondad que atesora en su corazón saca el bien y el que es malo de la maldad saca el mal, porque lo que rebosa el corazón lo habla la boca.”

Jesús nos alerta de esto tengamos cuidado, porque a veces puede haber falsos profetas. Miremos sus obras ahí lo conoceremos, mediante la experiencia Jesús nos previene del engaño. ¿Y cómo lo conocemos? Por su conducta, porque hubo y hay falsos lamentablemente, lamentablemente falsos profetas, en el tiempo de Jesús y también a veces en nuestros tiempos, buscan otras cosas y no solo el reino de Dios.

Yo me he topado en mi vida sacerdotal con algunos predicadores, que me daba cuenta que me habían estado aventando, que no vivían del corazón, que no buscaban tanto lo que predicaban, que más bien sus obras iban por otro lado.

Nosotros intuimos y captamos creo al verdadero profeta y los jóvenes también saben de la coherencia, no les gusta la hipocresía, saben que lo es blanco es blanco y lo que es negro es negro.

Pero la escritura, la palabra de Dios, Jesús nos da como pautas, de cómo descubrir al verdadero profeta y es por los frutos. Por los frutos que nos habla San Pablo, por los frutos del amor, de la alegría, de la paz.

Hace poco celebramos Pentecostés, los frutos del Espíritu, de la servicialidad, creo que todos estos frutos que Pablo nos habla, que también otros frutos que hemos visto los miércoles anteriores, de la limosna, de la oración.

Lo que fuimos meditando nos invita a descubrir cuales son los frutos del profeta y también ver nuestro propio árbol, nuestra propia raíz, donde esta nuestra raíz o como esta nuestro corazón. Porque el auténtico discípulo de Jesús, es un cristiano, es un profeta de verdad que se une a Jesús y por lo tanto por el bautismo, se hace otro Cristo. Entonces nosotros bautizados tenemos que pensar, tenemos que hablar, tenemos que actuar, como hablo Jesús, de esta relación personal con Jesús, saldrán palabras fecundas, serán y saldrán frutos buenos.

Sintetizando vamos a pedirle a Jesús que realmente nos ayude que nuestras obras, manifiesten lo que creemos, que nuestras obras, nuestras actitudes, nuestros sentimientos realmente sean expresión de una intimidad con Jesús, de una relación muy personal con Jesús.

 



Reflexión: Monseñor Santiago Olivera | Obispo de la Diócesis de Cruz del Eje

Este texto que en este miércoles reflexionamos un poco que Jesús nos esta alertando, porque alerta a sus discípulos de los falsos profetas. Desde este partir de Jesús de los falsos profetas, aquellos que se visten con piel de oveja, pero por dentro son lobos, nos remite o nos lleva a que descubramos a los verdaderos profetas por medio de sus obras y nos dice que los conoceremos por sus frutos.

Así dando el ejemplo de los árboles y aquí como estamos reflexionando el de texto de Mateo, quería compartir con ustedes un pasaje de Lucas 6, 43 que dice: “No hay árbol sano que de fruto dañado, ni árbol dañado que de fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto, porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendiñan racimos de los espinos. El que es bueno de la bondad que atesora en su corazón saca el bien y el que es malo de la maldad saca el mal, porque lo que rebosa el corazón lo habla la boca.”

Jesús nos alerta de esto tengamos cuidado, porque a veces puede haber falsos profetas. Miremos sus obras ahí lo conoceremos, mediante la experiencia Jesús nos previene del engaño. ¿Y cómo lo conocemos? Por su conducta, porque hubo y hay falsos lamentablemente, lamentablemente falsos profetas, en el tiempo de Jesús y también a veces en nuestros tiempos, buscan otras cosas y no solo el reino de Dios.

Yo me he topado en mi vida sacerdotal con algunos predicadores, que me daba cuenta que me habían estado aventando, que no vivían del corazón, que no buscaban tanto lo que predicaban, que más bien sus obras iban por otro lado.

Nosotros intuimos y captamos creo al verdadero profeta y los jóvenes también saben de la coherencia, no les gusta la hipocresía, saben que lo es blanco es blanco y lo que es negro es negro.

Pero la escritura, la palabra de Dios, Jesús nos da como pautas, de cómo descubrir al verdadero profeta y es por los frutos. Por los frutos que nos habla San Pablo, por los frutos del amor, de la alegría, de la paz.

Hace poco celebramos Pentecostés, los frutos del Espíritu, de la servicialidad, creo que todos estos frutos que Pablo nos habla, que también otros frutos que hemos visto los miércoles anteriores, de la limosna, de la oración.

Lo que fuimos meditando nos invita a descubrir cuales son los frutos del profeta y también ver nuestro propio árbol, nuestra propia raíz, donde esta nuestra raíz o como esta nuestro corazón. Porque el auténtico discípulo de Jesús, es un cristiano, es un profeta de verdad que se une a Jesús y por lo tanto por el bautismo, se hace otro Cristo. Entonces nosotros bautizados tenemos que pensar, tenemos que hablar, tenemos que actuar, como hablo Jesús, de esta relación personal con Jesús, saldrán palabras fecundas, serán y saldrán frutos buenos.

Sintetizando vamos a pedirle a Jesús que realmente nos ayude, que nuestras obras manifiesten lo que creemos, que nuestras obras, nuestras actitudes, nuestros sentimientos realmente sean expresión de una intimidad con Jesús, de una relación muy personal con Jesús.

 

 


 

 

 

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