A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: "¡No! Se va a llamar Juan." Le replicaron: "Ninguno de tus parientes se llama así." Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. El pidió una tablilla y escribió: "Juan es su nombre." Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: "¿Qué va ser este niño?" Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.
Palabra de Dios
Reflexión: Monseñor Damián Bitar | Obispo auxiliar de la Diócesis de San Justo
Hoy celebramos la fiesta de un santo muy querido, San Juan Bautista; por eso acabamos de escuchar el relato de su nacimiento, en el cual los parientes y amigos de Isabel y Zacarías, que son los padres de Juan, se hacían esta pregunta ¿qué será de este niño?
Comentemos de entrada, que de ningún hombre afirmó Jesús lo que dijo de Juan Bautista, “En verdad les digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan”. En lenguaje juvenil podemos preguntarnos por qué es un grande Juan, qué aspectos de su vida podemos destacar, cuál fue su misión para que Jesús diga estas palabras.
Su misión, quizás esto lo recordamos, fue la de preparar los caminos del Señor, por eso a él se lo llama el precursor de Jesús. Lo hizo con una predicación vivaz, clara, concreta. Desde jovencito él dejó la ciudad y se fue a vivir a las afueras, así se preparó para ser, como dice la Escritura, “la voz que clama en el desierto”. Y miren que detalle lindo para subrayar de Juan, para estos tiempos de tanto ruido, de tanto movimiento, Juan se va al desierto, no le escapó a la soledad, el desierto y los momentos de soledad le enseñaron a prescindir de aquello que era accesorio, y a vivir totalmente orientado hacia lo esencial.
Por eso en su misión, Juan estuvo totalmente referido a Jesús, así lo comprendió él con mucha claridad, “es preciso que Él crezca y que yo disminuya”. Y su misión fue de una entrega total, sin ningún interés propio, esto es algo que llama mucho la atención en Juan; su gran éxito, por así decir, fue obtener que nadie se apegara a él, y que sus discípulos, porque Juan tenía un grupo de discípulos, se convirtieran después en discípulos de Jesús; incluso el multiplicó palabras para evitar que alguien pudiera confundirlo con Cristo, insistiendo en la gran distancia que había entre él y Jesús. Quizás algunos también recuerden esta palabra de Juan “a Aquel que viene detrás de mí, yo no soy digno ni siquiera de desatar la correa de sus sandalias”, por eso el Evangelio nos habla de la profunda humildad de Juan. Y quizás estas palabras de Juan son las más importantes, cuando él viendo a Jesús le dice a sus discípulos “Ese es el cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo”, y en ese momento los discípulos de Juan comienzan a seguir a Jesús, a partir de esas palabras comienza una historia de vocaciones, y detrás los episodios que siguieron, el desapego total de Juan, la ausencia de toda envidia, y su inmensa alegría por saber que él podía ya señalar a Aquel de quien preparó el camino, Jesús, el Señor.
Dos cositas más muy breves, sabemos que Juan como profeta fue un predicador notable, a los grandes de aquel momento que se acercaban no tuvo miedo en decirles “Raza de víboras… den fruto de conversión, si quieren comenzar una vida nueva”, no sólo ritos vacíos, palabras solas, sino obras concretas de caridad y de justicia. Y su predicación era tan clara y tan pedagógica que quienes los escuchaban se decían enseguida “algo debo hacer”.
Por último, el desenlace de su partida, sabemos aquel episodio de Herodías, la mujer de Herodes, de la hija que baila, de la madre que pide la cabeza de Juan, ese desenlace de su vida se da por defender la verdad, Juan no cayó, no le dijo a Herodes nada que hubiera podido inducirlo a una falsa tranquilidad de conciencia; qué maravilla, aún encarcelado seguía siendo un hombre libre, en él se cumplía lo dicho por Jesús “la Verdad los hará libres”.
Por eso queridos jóvenes los invito a una sencilla oración:
Señor, como a Juan,
ayúdame a buscar momentos de silencio,
aún en medio de tanto ruido, de tantas cosas,
para poder escucharte y para poder hablarte,
para poder centrar mi vida más en lo esencial,
y no perderme en tantas añadiduras,
para hacer tu voluntad y no la mía.
Señor quiero ser libre de verdad,
sólo la Verdad me hará libre,
tu Palabra es la verdad,
ayúdame a escucharla y a vivirla,
aunque deba ir contra corriente,
con la misma fidelidad de Juan,
para poder ser,
en medio de los desiertos de este tiempo,
tu voz y tu luz.
Amén.