Señor,
he cometido un error muy grande:
confiar demasiado en mis fuerzas,
creer que puedo con todo,
soñar en voz alta para que me oigan
y mendigar el reconocimiento de mis méritos.
He andado perdido
y no lo he querido reconocer;
sabía que en muchas cosas
estaba equivocado,
pero he preferido aislarme
en una burbuja de cristal
para no oír el sonido de la verdad
y así tratar de tapar lo que está tan claro.
Me he disfrazado de “mago”
y he pretendido tener “soluciones para todo”
sin darme cuenta de que todo
era un falso “montaje”;
me he creído invencible en los problemas,
he tratado de disimular que nada me afecta,
cuando en realidad eran de barro
las columnas de mi vida.
He adornado mis balcones
con “demasiadas flores”
para que la gente lo admirara todo
y, de paso, hablara bien de mí,
y todo era para tratar de esconder
lo que no deseo que los demás sepan de mí;
he dicho galanterías y he hinchado las frases,
he adulado interesadamente
porque “me convenía”
y he pisado el nombre de algunas personas
sin misericordia.
He utilizado la dulzura para manipular
con más delicadeza,
he sido obstinado
y hasta creído en algunos momentos
y sólo ha servido para multiplicar mi necedad.
He planificado mi vida
sin contar con las claves de tu Reino,
he olvidado el amor como principio
y fin de mis acciones
y he hablado conmigo mismo
simulando que hacía oración…
Por eso, Señor,
me siento arrepentido.
Dame tu perdón.
Amén.