Como Oleada Joven y Radio María Argentina estuvimos participando como invitados en la XXIII Asamblea Nacional de Pastoral de Juventud, instancia donde se reunen los referentes de las Pastorales Juveniles de cada Diócesis, de los movimientos nacionales y algunos regionales, junto a los obispos delegado, para compartir experiencias y preparar el camino pastoral que se intentará seguir en conjunto en todo el territorio nacional.
La Pastoral juvenil tiene como misión "acompañar a los jóvenes a descubrir, seguir y comprometerse con Jesucristo y su mensaje para que, transformados en hombres nuevos, e integrando su fe y su vida, se conviertan en protagonistas de la construcción de la Civilización del Amor"[1]. El trabajo está apuntado a todos los jovenes, sea que participen en la iglesia o no, de ahi la importancia de la tarea de salir a compartir el mensaje de Jesús.
El encuentro se vivió en un clima de mucha alegria y camaradería, experimentando el carisma de la familia Salesiana que abrió las puertas de su casa, el colegio Domingo Savio, que recibió a los casi 200 participantes.
Entre las conclusiones, destacamos la invitación a trabajar en nuestra identidad de jóvenes discípulos misioneros para promover comunidades juveniles comprometidas con el diálogo, la participación ciudadana y la cultura de la vida. Este punto tiene que ver con alentar la participación juvenil en los procesos sociales, y el compromiso de salir a compartir con otros jóvenes la vida de Jesús, y decir con los discípulos que "no podemos callar lo que hemos visto y oido" (Hch 4,20). Además se hizo hincapie en "la necesidad de una formación integral e integradora para acompañar las nuevas realidades juveniles, el discernimiento del proyecto de vida y la formación de comunidades". También se concluyó en la "necesidad de alentar en los jóvenes la presencia de Dios en su realidad, desde un encuentro personal y comunitario con Jesús Vivo y presente en la historia, integrando todas las dimensiones de su persona". El objetivo es que a partir del encuentro con Jesús vivo en la propia vida, desarrollar una espiritualidad comunitaria, profética, encarnada y eucarística, y así vivir los valores del evangelio siendo signo y testimonio del amor de Dios a toda persona.
[1] CELAM − SEJ. Civilización del Amor, Tarea y Esperanza. Bogotá, CELAM-SEJ, 1995, pág. 176.