Evangelio segun San Lucas 1, 39-56

sábado, 13 de agosto de
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Por aquellos días, María se puso en camino y fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces:
«Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme? Porque en cuanto oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. ¡Dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».
Entonces María dijo:
«Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso. Su nombre es santo y su misericordia es eterna con aquellos que lo honran.
Actuó con la fuerza de su brazo y dispersó a los de corazón soberbio. Derribó de sus tronos a los poderosos y engrandeció a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y a los ricos despidió sin nada.
Tomó de la mano a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros antepasados, en favor de Abrahán y de sus descendientes para siempre».
María estuvo con Isabel unos tres meses; después regresó a su casa.



Palabra de Dios




Pbro. Maximiliano Turri



“En adelante, todas las generaciones me llamarán feliz.” Dice el Evangelio de hoy en los labios de María.

 

Ella exclama desde lo más profundo de su corazón un grito de júbilo, de alegría, que se fundamenta no en ella, no en sus propias fuerzas, no en su capacidad, si no en lo que va a decir inmediatamente: “porque el Todopoderoso ha hecho en mi grandes cosas”. De esta manera ella nos comparte por qué es la mujer plenamente feliz, por qué es la mujer colmada de alegría.

 

Ella es la primera consciente de que su vida, su existencia, todo lo que le sucedió, se desprendió de Dios que es su Salvador. Ella es una escuela para los creyentes, mirarla, conocerla, es aprender cómo debemos encarnar en nosotros a su hijo Jesús.

 

Lo extraordinario, lo magnífico, lo que hace que desde los comienzos la llamemos Santa María es que supo vivir dependiendo de Dios, ella no entendió su existencia sin hacer referencia a Aquel que la había llamado a semejante misión, encarnar en el tiempo y en la carne a Aquel que está fuera del tiempo y a quien el mismo universo no podría contener.

 

Semejante verdad de fe hizo de María la mujer por excelencia, la verdadera creyente y la dócil vasija de barro donde Dios hizo maravillas.

Su asunción, haber sido elevada en cuerpo y alma al cielo, no le viene por su capacidad, ni siquiera por un poder extraordinario, sino que en orden a lo que Dios había obrado en ella le preservaba un lugar privilegiado en su presencia.

El mismo Dios que la había prevenido del pecado original, lo que llamamos Inmaculada Concepción, es el que la lleva consigo al mismo trono, donde está su Hijo sentado a su derecha.

 

Hoy es un día para que al rezar el Avemaría podamos pedirle un corazón como el de ella, corazón traspasado por el dolor, que supo esperar y confiar en Dios, en el mismo Dios que cada uno de nosotros se confía cada día, en el mismo Dios en quien también nosotros esperamos, y al que esperamos contemplar cara a cara.

 

La pregunta sería: ¿de que manera te confías cada día al Señor?, ¿de palabra solamente o te lanzas al riesgo de que salga como Él quiera?, ¿tu corazón, siente o anhela la vida eterna junto a Dios?

María asunta al cielo nos indica el camino, María deseamos algún día encontrarte junto a tu Hijo, María intercedé por nosotros.

 

Que Dios te bendiga. Que tengas un hermoso día.

 

Oleada Joven