“Hijo, ahí tienes a tu Madre”
Desayunamos y nos juntamos con la delegación. Nos vamos en bus a Valencia, sede de la arquidiócesis, donde nos encontraremos con otras delegaciones que hacen los días con las diócesis en pueblos y ciudades vecinas. Detalle: los radiomarianos siempre llegan tarde a todos lados. Estaba por subirse el último peregrino argentino, y ahí aparecimos en la esquina nosotros, el grupo de los 9 (todavía falta Belu Pizarro, que se suma en Madrid).
Valencia es una ciudad grande, con avenidas muy transitadas, edificios modernos que contrasta con el histórico casco céntrico. Cuenta con unos 800 mil habitantes, quienes hablan la lengua valenciana, sin embargo cuando ven que no les entendés hablan el español perfectamente.
Bajamos del colectivo y comenzamos la marcha. El día está espléndido, temperatura agradable, lindo paisaje, buena gente, y las expectativas de lo que se viene. Mientras caminamos, llegamos a una avenida y del otro lado vemos un grupo de italianos. Ambos grupos se gritan, se saluda, y agitan sus banderas. En un momento uno de cada grupo se acerca rápido al centro de la calle, intercambian las banderas y se dan un abrazo. Ese instante nos conmueve a todos. No hablamos la misma lengua, no nos conocemos, nunca antes nos vimos, sin embargo la comunión es grande. De ambos lados aparecen los flashes; es el primero de muchos otros encuentros que nos esperan, y todos quieren registrar el momento. Los argentinos comienza con el cántico “Argentina, Argentina” a lo que los italianos responden “Argentina, Argentina” sacudiendo remeras y banderas con sus colores. Nos queda una linda sensación en el corazón. De verdad hay muchos que sueñan con un mundo diferente.
Seguimos camino. Mientras más nos acercamos a la plaza central, se multiplican los encuentros: brasileros, eslovacos, venezolanos, bulgaros, egipcios, más italianos (son el país con más peregrinos inscriptos)… Los argentinos vamos a la Catedral Nuestra Señora de los desamparados, justo en el día de su fiesta. Celebramos la eucaristía pidiendo por los frutos de la Jornada en todo el mundo y por los desamparados en nuestra tierra, principalmente los jóvenes. En la homilía, el sacerdote argentino, nos invita a descubrirnos profundamente amados y protegidos por María, la madre de Dios. Valencia es visitada por cientos de turistas y un grupo de ellos entra durante la celebración, en medio de un canto a María con muy buen ritmo. Miran asombrados a tantos jóvenes en misa un día de semana a la mañana, cantando y vistiendo los colores de su país.
Nos acercamos a la plaza, en donde hay montado un escenario con el letrero “Valencia te acoge. Días en las diócesis”. Una escultura humana sobre una vistosa fuente observa cada vez más colores. Los países se multiplican. Hacia la siesta hay propuestas diversas: recital de rock católico en el escenario, teatro y oración Taisé. Nosotros elegimos la última opción.
Llegamos a una iglesia a media cuadra y todo esta acomodado para la oración. Los bancos están corridos hacia el fondo y nos invitan a sentarnos en el piso fresco. El coro, compuesto por chicos de diferentes idiomas, acompañan la oración que se entremezclan con pequeñas reflexiones repetidas en castellano, inglés, francés e italiano. “Señor, tengo hambre de Tí” rezamos cantando una y otra vez. Hacia el final aparece una cruz grande que apoyan sobre unas banquetas bajitas. Un chico de cada país se reclina sobre un extremo y adora la cruz, mientras el resto continúa rezando cantando. A continuación espontáneamente se van reemplazando los adoradores. De verdad, vinimos a encontrarnos con Jesús, a tener un encuentro profundo con su amor, a descubrirnos amados y a arraigar nuestras vidas en Él. Todo el resto, que también es hermoso, acompaña y predispone, pero lo más importante en las Jornadas es Jesús.
Hacia la tardecita cada vez más jóvenes inundan la plaza cental y las banderas ya son de las más variadas. Es como si fuera un mundial, sólo que todos juegan para el mismo equipo. Intercambios de banderas, fotos, bailes, cantos… mucha alegría en el ambiente. Madrid queda cada vez más cerca. La policía y los voluntarios organizan los grupos por países y nos van acomodando en la plaza, en donde ya no hay lugar para nadie.
En el escenario está montado un altar con candelabros vistosos encendidos; hacia un costado la imagen de Nuestra Señora de los desamparados; en el centro la custodia con Jesús sacramentado. Todos se ponen de rodillas y el silencio invade la plaza, mientras el incienso sube al cielo. El obispo da la bienvenida a los peregrinos llegados de los 5 continentes.
Mientras tanto, nosotros estamos justo al frente del altar, en un bar que da a la plaza, transmitiendo “Conectados”. Se termina de hacer de noche. Con el corazón inflamado nos dispersamos, subimos al colectivo y volvemos a Gandía. Vivimos un anticipo de lo que serán inolvidables 5 días en Madrid, entre el 15 y el 21 de agosto.