Homilía Domingo XXIII durante el año: “Abras ganado a tu hermano”

sábado, 3 de septiembre de
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Homilía Domingo XXIII durante el año: “Abras ganado a yu hermano”

 

El evangelio de este Domingo nos trae un hermoso tema para reflexionar: la corrección fraterna.

En la primer lectura se nos habla de advertir sobre la mala conducta. Y nos deja claro que si no advertimos, si no manifestamos cuando otro obra mal, es una falta nuestra, lo que llamamos un pecado de omisión.

La corrección fraterna es un medio evangélico para que como comunidad nos ayudemos a crecer. La finalidad de la corrección fraterna no es manifestar algo que me molesta o me cae mal, sino el salvar al hermano. Busco el bien del hermano, cuando corrijo su mala acción. Y lo hago porque descubro que eso le hace mal, no le permite vivir con libertad, no le plenifica la vida o porque se está engañando a sí mismo.

El fundamento de la corrección fraterna es el amor mutuo (2º lectura). Solo aquel que ama verdaderamente el hermano, solo aquel que quiere realmente el bien del otro, no es obsecuente, no adula, es capaz de sinceramente expresar cuando no está de acuerdo. Es el amor lo que distingue la corrección fraterna de otra práctica. La corrección fraterna busca el bien del otro. No quiere imponer una verdad sino iluminar la situación. No va con prepotencia sino que desea el diálogo del corazón. La corrección fraterna busca el bien del otro, desea la plenitud del otro, desea ayudar al prójimo. La corrección fraterna es un modo de buscar la oveja perdida.

La corrección fraterna es importante en una comunidad, porque como seres humanos limitados y frágiles, necesitamos de otros que nos ayuden a confrontar nuestras actitudes, criterios, pensamientos. No lo sabemos todo, no lo vemos todo, no comprendemos la totalidad de la realidad. Nuestra mirada es parcial, limitada, estrecha. La corrección fraterna es una actitud de vida que nos compromete con el bien del otro, y nos abre a que el otro busque mi bien.

Digamos que hace falta ejercitarnos en la corrección fraterna, muchas veces criticamos antes de corregir. Muchas veces todos se enteran antes que la persona implicada. Muchas veces nos comportamos falsamente adulando a la persona frente a nosotros y despellejándola por atrás.

En nuestra comunidad hace falta corrección fraterna, hace falta que nos comprometamos con el bien del otro, que expresemos nuestros desacuerdos al sacerdote, que expresemos cuando vemos que algo se está haciendo mal, que estamos teniendo malas actitudes. Nadie es omnipotente ni perfecto. Pero la corrección se hace en un clima de respeto, de intimidad, de compromiso. Porque podemos pensar con esto que nos autoriza para expresar todas las cosas que tienen que cambiar y todo o que los otros tienen que hacer para mejorar las cosas pero dejándome indiferente en el compromiso de cambio, esperando que lo hagan los otros.

El Señor está presente en medio de nosotros en cada Eucaristía, que es nuestra reunión semanal en su nombre. Pidámosle un corazón dócil para recibir las correcciones de nuestros hermanos. Un corazón humilde para aceptar cuando nos equivocamos. Un corazón fuerte y auténtico para no adular los errores y faltas. Un corazón tierno para expresar con delicadeza el error del hermano y predisponerlo al arrepentimiento.          

 

Gabriel Ghione