Evangelio según San Juan 20, 1. 11-18

miércoles, 21 de julio de
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El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: "Mujer, ¿por qué lloras?" Ella les contesta: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto." Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: "Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: "Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré." Jesús le dice: "¡María!" Ella se vuelve y le dice: "¡Rabboni!", que significa: "¡Maestro!" Jesús le dice: "Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."" María Magdalena fue y anunció a los discípulos: "He visto al Señor y ha dicho esto."

Palabra de Dios





Reflexión: Monseñor Jorge Lugones | Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora

 







El ámbito de este capítulo trece de Mateo, es decir, la composición del lugar de este Evangelio, en que comienza el tercer discurso de Jesús en el que cuenta las siete parábolas, que van a servir para ejemplificar el modo cómo el Reino de Dios se hace camino o encuentra resistencias en el camino de los hombres. Diríamos que la composición del hogar es un Jesús que me mira a mí, un Jesús que me acompaña, un Jesús que me anuncia y un Jesús que me envía, y me envía a buscar y a descubrir la voluntad de Dios; porque al final del capítulo anterior, del doce, Jesús dirá “estos son mi madre y mis hermanos. Quien hace la voluntad de mi Padre del Cielo, este es mi hermano y mi hermana, y mi madre”, en este contexto se sitúa el capítulo trece que compartimos.

Jesús habla de muchas cosas en parábolas, la parábola significa una semejanza o comparación; las parábolas de Jesús son aquellas breves narraciones dichas por Él, que encierran una enseñanza moral y religiosa, revelando una verdad espiritual a partir de comparaciones, se acuerdan que pone el ejemplo de la perla preciosa, o de la red barredera que va sacando peces grandes y chicos, o del tesoro que el hombre encuentra y lo entierra en un campo, o del granito de mostaza. Y la finalidad de las parábolas de Jesús es enseñar cómo debe actuar una persona para entrar en el Reino de los Cielos.

Jesús dice que enseña usando parábolas para que comprendan su mensaje sólo aquellos que han aceptado a Dios en su corazón, y para que los que tienen endurecido sus corazones y han cerrado sus ojos no puedan entender; por tanto comprender el mensaje de Jesús significa ser un verdadero discípulo o discípula suya, y no entenderlo supone que no se está realmente comprometido con Él.
Es que parece ser que la gente se estaba alejando de Jesús, porque después de los milagros tan estridentes y de buscarlo para que lo curen a sus enfermos, los más entusiastas de los comienzos habían pasado y aparecían la desilusión y la duda. Es precisamente esta crisis la que preocupa a los discípulos que se preguntaban por qué Jesús continuaba hablando de modo tan difícil, desorientando así a la gente y a ellos mismos. Y acaso, muchas veces nosotros también no entendemos el lenguaje de Jesús, y nos decimos qué me quiere decir con esto el Maestro, qué me está pidiendo Jesús que yo no puedo entender ya; entonces el Maestro responde aquí en el Evangelio, citando al profeta Isaías, afirma que a los discípulos se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, mientras que a la multitud no, y agrega una bienaventuranza dirigida a los discípulos que tienen el privilegio de ser los testigos oculares de la manifestación del Reino de Dios, como este Reino se manifiesta en la persona de Jesús, con la Palabra, con signos y con su presencia.

Y estamos en el contexto de la primera crisis del ministerio de Jesús, donde a los pequeños y a los pobres les es dado a conocer y gustar los misterios del Reino de los Cielos, mientras que la gran mayoría permanece indiferente. ¿Nos hace acordar ahora de algún momento de nuestro siglo XXI?

Y Jesús habla en parábolas, no para confundir las ideas o suscitar la duda, sino porque el corazón de este pueblo se ha endurecido. Es decir, Jesús habla en parábolas porque quiere quebrantar la dureza de corazón de quien escucha, quiere que su oyente salga de su comodidad, de estar instalado, tome postura, se arriesgue, ante la parábola no se puede permanecer indiferente, es necesario escuchar, comprender, interpretar, y decidirse por un sentido o por otro, y muchas veces podemos decir también por el sacrificio; porque esta palabra es muy cristiana, pero no aparece en los medios, el sacrificarnos por los otros, el hacer un sacrificio por el otro, cuantas veces en casa tenemos que bajar la cabeza, aceptar, saber callar, ofrecer.

Jesús busca verdaderas discípulas y discípulos, que sepan ser terreno fecundo para su Palabra, que sepan dejarse interpelar y juzgar por aquella Palabra, que estén dispuestos a cambiar radicalmente su vida con lucha. Esto no es algo sencillo, es una lucha, contra quién Padre tenemos que pelear, vamos a agarrar armas, vamos a salir a hacer una manifestación, no, la lucha está en tu propio corazón, así decían los Padres de la Iglesia, ¿de qué origen es la batalla?, está en tu propio corazón.

Y precisamente así hicieron los apóstoles, que no tuvieron miedo a arriesgarse, luchar contra sus propias pasiones, consigo mismos, y dejar todo para seguir al Maestro. Y precisamente es lo que hizo María, María que muchas veces valoramos y apreciamos, que fue elegida, qué lindo el canto “Dios hizo en mí grandes maravillas”, con el Magníficat. El sacrificio cotidiano de María y la constancia de cada día de María de hacer lo que tenía que hacer, por buscar, hallar y cumplir la voluntad de Dios.

Y así también podemos hacer nosotros, y si tenemos esta disponibilidad, las palabras de Jesús podrán cambiar nuestra vida, de lo contrario éstas permanecerán para nosotros siempre como algo incomprensible, palabras a veces fascinantes pero finalmente estériles para nuestro vivir de cada día. Sin embargo, si aceptamos dejarnos interrogar por ellas, si somos capaces de decidirnos ante ellas, algo nuevo podrá suceder en nuestra vida, y también nosotros daremos frutos inesperados.

Entonces, podríamos desde esta apertura al Espíritu Santo, preguntarnos ¿de qué manera puedo tener más familiaridad con la Palabra de Dios, para conocer y vivir aquello que el Señor nos revela en ella?, y otra pregunta podría ser ¿qué necesito y qué debo hacer para que la Palabra de Dios que escucho y reflexiono en la Biblia, sea la inspiración y la guía de mi vida para producir frutos?, y además para ir descubriendo ¿qué me pide Dios?¿qué más me pide el Señor?, porque el Señor siempre me puede pedir un plus; vieron cuando escuchamos eso mentho plus, o la tarjeta plus, eso es un más, ¿qué más me puede pedir en mi vida hoy?

Jesús desde la Palabra, me está hablando. Podemos rezar juntos: Señor Jesús, ayúdanos a que asumamos y vivamos tu Palabra, haciendo actitudes y gestos concretos, aquello que Tú nos enseñas. Danos la gracia de escuchar con el corazón lo que Tú nos dices, y que lo apliquemos a nuestro día a día, buscando que todo nuestro ser, nuestros sentimientos, nuestra conducta y nuestras acciones, sean reflejos vivos de tu Palabra. Que así sea.

 

Oleada Joven