Creer cuando todo va bien, es relativamente sencillo, y hasta apasionante. La vida se convierte en una aventura, y uno está a gusto, contento, con el corazón encendido. Pero forma parte de la fe el creer y esperar aún sin ver con claridad lo que viene por delante… sino no sería fe no?.
La fe necesariamente está en movimiento porque es dinámica. No podemos decir que estamos quieto, o se crece o se retrocede en la fe. Cuando llegan las dificultades, cuando atravezamos el dolor y la cruz, entre las preguntas que nos salen del corazón siempre está el saber dónde está Dios en estos momentos.
En la misma dinámica de la fe, también atravezamos momentos donde no llegamos a ver qué viene por delante, pero somos invitamos a caminar aún sin ver. ¿Qué va a ser de mi vida? ¿de verdad Dios pensó para mi un proyecto de felicidad? ¿es de Dios esta relación con otra persona que estoy iniciando? Muchas veces nos encontramos con la promesa de Dios, pero que aparece en el horizonte; para alcanzarla implica un largo trecho por delante. Y en el camino, se nos cruzan posibles atajos, atravezamos tormentas, y las nubes empiezan a desdibujar eso que esperábamos.
Compartimos la reflexión del P. Chosqui, sobre esta experiencia humana de preguntarnos cómo mantener la fe, cuando todo nos indica que Dios se nos perdió de vista.
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