Evangelio segun San Lucas 9, 46-50

viernes, 23 de septiembre de
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Un día, surgió entre los discípulos una discusión sobre quién era el más grande e ellos. Dándose cuenta Jesús de los que estaban discutiendo, tomó a un niño, lo puso junto a sí y les dijo: 
«El que reciba a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me ha enviado. en realidad el más pequeño entre todos ustedes, ése el el más grande».
Entonces, Juan le dijo:
«Maestro, vimos a uno que estaba expulsando a los demonios en tu nombre; pero se lo prohibimos, porque no anda con nosotros». 
Pero Jesús respondió: 
«No se lo prohíban, pues el que no está contra ustedes, está en favor de ustedes».

 

Palabra de Dios


 

Pbro. Maximiliano Turri

 

 

¿Quién es el más grande? ¿Quién es el que goza de la mejor mirada por parte de Dios? ¿Quién es el que tiene el verdadero poder? ¿Por dónde pasa estar en lo más alto?

Todo esto se preguntan los que lo seguían a Jesús, su corazón humano buscaba de qué forma alcanzar beneficios por ser discípulo; si es el que esperábamos, si es tan poderoso debería estar bueno ser poderoso como él.

 

Surge en el Evangelio de hoy, el tema del poder, y si de ese tema se trata no cabe ninguna duda de que la forma de entenderlo muchas veces es contrario al Evangelio. El poder se ejerce de común imponiendo la fuerza sobre los demás, a costa de lo que cueste, mostrando ese poder pasajero, poder que no nos cansamos de ver cómo se cae a pedazos en el mundo, poderosos cargados de miedo que buscan medidas desesperadas para conservar esa cuota de poder a cambio del sufrimiento de tantos, sostenidos en cartón sus imperios se vienen abajo porque sus tiranías dejaron a Dios de lado olvidándose del ser humano y construyendo su mundo sobre su propia persona.

 

El Evangelio seguirá rompiendo ese modelo de poder, ofreciendo un modo totalmente distinto. El verdadero poder no le viene del mismo ser humano, sino que brota de Dios como su fuente y capacidad de realización. El poder mismo que la Iglesia tiene no tiene nada que ver con lo que generalmente se ve en la tele. El poder de Jesucristo en la cruz no tiene nada que ver con la expectativa que gran parte del pueblo había colocado sobre él. El poder de vencer el pecado y terminar resucitando solamente se vio luego de que pasó por la cruz.

El verdadero poder de Jesucristo es haber cumplido con la voluntad de su Padre, esa es su gloria y su misión, hacer presente a Dios en medio de toda realidad humana, toda la creación le va a obedecer; curando enfermos, resucitando muertos, perdonando pecados. Poder que se despliega en su vida, ofrecida libremente y que se manifestará sobre el mismo poder de las tinieblas. Este poder es el que administra la Iglesia, nada de lo que conocemos como obras materiales refleja el verdadero poder, la grandeza, la transformación y la obra verdadera se encuentran cuando un corazón es recreado por su presencia.

Ahí se ubica la grandeza y la manifestación del poder divino, el cambio vital de tantos son reflejos de que Dios sigue obrando, sigue ejerciendo su poder en medio nuestro. Así el grande, el primero, es el que se deja transfigurar por la grandeza de Dios y el que lo deja obrar dentro de sí, o sea, el que es humilde.

 

El Espíritu Santo sigue realizando su tarea, sigue actualizando en el hoy de la humanidad la acción salvadora de Jesucristo, que se manifiesta en la debilidad humana, que en el pecado y en la miseria sigue siendo locura de Dios que es más sabia que la sabiduría de los hombres, y debilidad de Dios que es más fuerte que la fortaleza de los hombres, como enseña San Pablo.

No permitamos que el veneno de la soberbia se instale en nuestro corazón, dejemos que el poder de Dios se manifieste en nuestras obras y mostremos qué grande es el Señor.

 

Que tengas un hermoso día. Que Dios te bendiga.

 

 

Oleada Joven