Dame, Señor, un corazón que escuche,
un corazón capaz de escuchar
hasta lo más hondo de tu Palabra,
capaz de entender tu propio secreto.
Dame, Señor, un corazón capaz de escuchar
el sentido de la historia:
a tu Hijo, hecho historia y clavado en la cruz.
ese momento de crucifixión,
de la entrega de su vida,
para entenderlo con mi propia vida.
el rumor de los pobres
que sube hasta Ti clamando justicia.
los anhelos y las esperanzas de los hombres de hoy,
para descubrir la presencia actual de tu Cruz
y la entrega que ahora me pides.
la experiencia del hombre,
de cada hombre,
para ser así capaz de anunciarle tu Noticia Buena.
¡Dame, Señor, un corazón semejante al tuyo!.
Percival Cowley, SS.CC.