La Pastoral Urbana en Aparecida I – Galli

jueves, 6 de octubre de
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…Pensaré el tema de la pastoral urbana a la luz de Aparecida. Tuve la gracia de ser uno de los peritos teológicos nombrados por el Papa para la Quinta Conferencia de 2007, en el santuario nacional de Aparecida, en el Brasil. A cuatro años, hago una relectura del Documento para destacar su proyecto misionero de reconfigurar la Iglesia latinoamericana para compartir con los pueblos la Vida plena en Cristo. Lo estudio siguiendo un ritmo ondulante de ida y vuelta entre el llamado a la misión permanente y la propuesta de una nueva pastoral urbana. En varios capítulos, la exégesis de los textos es, también, contexto y pretexto para pensar teológicamente los temas.
 
 
Como expresé al presentar el Documento de Aparecida a la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), en agosto de 2007, este proyecto misionero, asumido seriamente y actualizado constantemente, puede comprometer a nuestra Iglesia durante el siglo XXI.
 
La propuesta de una nueva pastoral urbana (A 509-519) es un gran aporte de Aparecida. Debe ser leída en el conjunto de su proyecto para “desarrollar la dimensión misionera de la vida en Cristo” (A 362). Desde una óptica evangélica, todo discípulo es misionero (A 144)…
 
 
La plenitud de Dios en Cristo para la cultura urbana
 
1. Aparecida impulsa el movimiento misionero de la Iglesia en el espacio y el tiempo para compartir la Vida en Cristo con todos los pueblos del continente. Siguiendo la vía corta, se analiza aquí la sección sobre la pastoral urbana (A 509-519), ubicada en el proyecto de una Iglesia misionera. La exégesis rigurosa de los textos permitirá introducir reflexiones teológicas fundantes.
 
“Fomente la pastoral de la acogida a los que llegan a la ciudad y a los que ya viven en ella, pasando de un pasivo esperar a un activo buscar y llegar a los que están lejos con nuevas estrategias tales como visitas a las casas, el uso de los nuevos medios de comunicación social, y la constante cercanía a lo que constituye para cada persona su cotidianidad” (A 518i).
 
La pastoral urbana experimenta una evolución cualitativa en Aparecida. Su contenido y extensión llaman la atención al compararlos con los documentos previos. En el Documento de Participación de 2005, el tema fue apenas nombrado (DPa 83, 156). En la Síntesis de los aportes recibidos, preparada en los dos primeros meses de 2007, tuvo dos menciones con afirmaciones significativas (DSi 68-69, 343). La primera, en el momento del “ver”, incluye dos números sobre la cultura urbana. El primero dice: “Dios habita en la ciudad. Así como en otro tiempo se manifestó con rostro rural, hoy se revela, por así decirlo, con rostro urbano. Pronto, más del 70% de la población estará viviendo en ciudades con más de un millón de habitantes” (DSi 68). Aquí aparece la sugestiva expresión Dios habita en la ciudad, aunque la idea venía de antes. Ya en 1988, en un encuentro del CELAM sobre la cultura urbana realizado en el Centro Nazaret de Buenos Aires, los presentes escuchamos una frase similar empleada por obispo uruguayo Pablo Galimberti.[1]
La segunda mención del documento previo está en el momento del “obrar” al referirse a la evangelización de la cultura. De ella rescato esta frase: “[la pastoral urbana] no es una pastoral especializada sino un nuevo estilo de hacer pastoral” (DSi 343). Ella es una nueva línea transversal.
 
2. La historia de la redacción del apartado sobre la pastoral urbana es breve pero interesante. La primera redacción general del documento, el 24 de mayo de 2007, tenía el apartado “prioridad de una pastoral urbana”, dentro de un amplio capítulo, el séptimo, sobre “La misión de los discípulos misioneros” (550-558).
En la segunda redacción completa, terminada el 27 de mayo, el apartado 8.4.3, dedicado al tema, adquiere una articulación tripartita (576-586). Queda ubicado dentro del nuevo y extensísimo capítulo ocho: “Algunos ámbitos y prioridades de la misión de los discípulos” (455-653). En la tercera redacción, presentada el 30 de mayo, el tema adquiere su formulación, su forma y su lugar definitivo. Queda ubicado en el nuevo capítulo 10, dedicado a Nuestros pueblos y la Cultura. El apartado 10.6 se titula: La Pastoral Urbana. Comprende once párrafos, de los cuales los diez primeros son sobre la pastoral urbana (A 509-518); el restante postula “una renovada pastoral rural” (A 519). El apartado está estructurado en base al método ver, juzgar/iluminar y obrar, asumido para la totalidad del documento (A 19),[2] aunque aquí no se menciona explícitamente. Pero es fácil reconocerlo. Así queda el apartado en la cuarta redacción, presentada y votada el 31 de mayo.
 
3. Las partes y el conjunto de Aparecida forman un texto colectivo que procede de aportes de muchos redactores, coordinados por la Comisión de Redacción, presidida por el Cardenal Jorge M. Bergoglio. Este apartado surgió de una subcomisión interna a una Comisión dedicada a las prioridades pastorales en el ámbito cultural. Sus redactores originales fueron los obispos Odilio Scherer (Brasil), Leopoldo González González (México), Jorge Ferreira da Costa Ortiga (Portugal) y el P. Lorenzo Vargas Salazar (República Dominicana). Tuvo aportes de otros miembros de la Comisión, como el cardenal Paul Poupard, entonces presidente del Consejo pontificio para la Cultura y el obispo Dimas Lara Barbosa (que estaba en otra Comisión); y de un asesor del Episcopado del Brasil, el P. Joel Portella, miembro del Instituto Nacional de Pastoral del Episcopado del Brasil (CNBB).[3]
 
Tanto en su origen, como en su contenido, este apartado expresa una reflexión latinoamericana. Omito nombrar a otros redactores y correctores del texto.
 
El primer momento del apartado contiene una mirada pastoral a la realidad, desarrollada en los números 509-513. Describe las principales características de las ciudades contemporáneas y, en el final, resume la posición histórica de la Iglesia ante las urbes y los desafíos que se presentan a su tarea evangelizadora. El segundo momento contiene el juicio teologal, que se halla en los números 514-516. Esta parte es la más importante, porque muestra un discernimiento iluminado por la fe que descubre el Misterio de Dios en la ciudad. El tercer momento contiene la orientación de la acción y se halla en los números 517-518. La propuesta de la nueva pastoral urbana sintetiza una multitud de ítems referidos a una nueva evangelización que desea llegar a todos los sectores de la ciudad. La atención está puesta en los seres humanos, marcados por sus peculiares culturas urbanas. Este acento actualiza la experimentada tradición pastoral de la Iglesia. Ya en el siglo XIII el obispo de París, Guillaume de D’Auvergne, decía: la ciudad son sus habitantes. La pastoral urbana post-Aparecida debe centrarse en las personas, es decir, en los ciudadanos y sus vínculos.
 
4. La primera sección del apartado sobre la pastoral urbana se abre con una mirada compleja a la cultura urbana. El análisis sociocultural de nuestras grandes ciudades muestra que ellas son “laboratorios de esa cultura contemporánea compleja y plural” (A 509). Las ciudades se han convertido “en el lugar propio de nuevas culturas que se están gestando e imponiendo un nuevo lenguaje y una nueva simbología”, y su problemática no queda reducida a los perímetros citadinos, sino que se “extiende también al mundo rural” (A 510). La vida pastoral y la piedad popular están asumiendo o deben asumir creativamente esos nuevos lenguajes y símbolos, aunque las transformaciones urbanas no sean sólo simbólicas. “En el mundo urbano acontecen complejas transformaciones socioeconómicas, culturales, políticas y religiosas que hacen impacto en todas las dimensiones de la vida” (A 511). Estas transformaciones, evidentes para quien vive en una gran ciudad, se dan también en “las ciudades satélites y los barrios periféricos” (A 511). Estas breves afirmaciones despliegan el diagnóstico ya hecho en el capítulo segundo del Documento (A 43-59), que describe la hibridación multicultural que se produce en muchas ciudades.
“La cultura urbana es híbrida, dinámica y cambiante, pues amalgama múltiples formas, valores y estilos de vida, y afecta a todas las colectividades. La cultura suburbana es fruto de grandes migraciones de población en su mayoría pobre, que se estableció alrededor de las ciudades en los cinturones de miseria. En estas culturas, los problemas de identidad y pertenencia, relación, espacio vital y hogar son cada vez más complejos” (A 58).
En los próximos capítulos se profundizará en este diagnóstico para pensar líneas pastorales.
 
5. En nuestras ciudades cohabitan distintos imaginarios sociales en un mismo espacio y en constante intercambio: “estas culturas son dinámicas y están en interacción permanente entre sí y con las diferentes propuestas culturales” (A 57). Allí crece el fenómeno de la multiculturalidad (A 42).
“En la ciudad, conviven diferentes categorías sociales tales como las elites económicas, sociales y políticas; la clase media con sus diferentes niveles y la gran multitud de los pobres. En ella coexisten binomios que la desafían cotidianamente: tradición-modernidad, globalidad-particularidad, inclusión-exclusión, personalización-despersonalización, lenguaje secular-lenguaje religioso, homogeneidad-pluralidad, cultura urbana-pluriculturalismo” (A 512).
 
Los desafíos de la vida urbana son presentados mediante binomios que aluden a realidades contrastantes. Algunas, como la tradición y la modernidad, fueron analizadas en otros capítulos de esta obra; otras, como la globalidad y la particularidad, se consideran más adelante; y otras, como la unidad y la multiculturalidad o pluralidad cultural, atraviesan transversalmente la reflexión. La pastoral urbana latinoamericana debe adecuarse, en lo posible, a esta compleja diversidad cultural.
 
6. El final del primer momento considera la posición histórica de la Iglesia ante la ciudad.
“La Iglesia en sus inicios se formó en las grandes ciudades de su tiempo y se sirvió de ellas para extenderse. Por eso, podemos realizar con alegría y valentía la evangelización de la ciudad actual. Ante la nueva realidad de la ciudad se realizan en la Iglesia nuevas experiencias, tales como la renovación de las parroquias, sectorización, nuevos ministerios, nuevas asociaciones, grupos, comunidades y movimientos” (A 513).
 
Hoy, el desafío parece mayor que el de otras épocas, porque las nuevas metrópolis presentan dimensiones enormes y requieren una gran audacia para desarrollar nuevas experiencias. Aparecida
Llama la atención que, en este proceso, surgen “actitudes de miedo ante la pastoral urbana”, “tendencias a encerrarse en los métodos antiguos y de tomar una actitud de defensa ante la nueva cultura” y “sentimientos de impotencia antes las grandes dificultades de las ciudades” (A 513). Las reacciones oscilan desde los sentimientos de temor, pesimismo e impotencia, a las actitudes contrarias de osadía, optimismo y omnipotencia. Para juzgar esta delicada cuestión, hace falta poner en práctica lo que Puebla, hace treinta años, llamó un “fino y laborioso discernimiento” (DP 425).
 
 
 

… continuará…


[1] Cf. P. Galimberti, “Dios en la ciudad. Sensibilidad religiosa del hombre de la ciudad”, en: CELAM, Cultura urbana, 95-119.
 
[2] Cf. Galli, Discípulos misioneros para la comunión de vida en Cristo, 132-133; V. Fernández, Aparecida. Guía para leer el documento y crónica diaria, Buenos Aires, San Pablo, 2007, 26-28.
[3] Cf. Lara Barbosa; Portella Amado, Viver e transmitir a Fé no mundo urbano, 376.

 

Oleada Joven