Incontables las veces, Amigo y Señor,
que te haces Presencia entrañable,
Camino y Misterio, Maestro y Amor.
¡Te haces encuentro de tantas maneras!
¡Hablas en tantos silencios!
¡Confiás en tantas palabras!
¡Esperás en tantos desvelos!
¡Te escondés en tantos pequeños!
Incontables las veces
que mis ojos desesperanzados
no reconocen que pasas cerca,
rompiendo ataduras,
cambiando proyectos, aclarando anhelos,
avivando mi mirar, desde lo profundo,
a los rostros de tantos hermanos cercanos, de lejos,
que son transparencia y huella de ese paso tuyo.
Señor de la historia, Señor de mis años,
tu presencia en el hoy de mi vida,
te vestís con ropas de lo cotidiano.
Conocés mis sueños, mis sombras, mis luces,
mis penas, mis alas sin vuelo,
mis pasos desalentados…
Me conocés y sabés que me cuesta verte
en el "paso a paso",
en lo rutinario, en el "día a día",
en lo no brillante, en lo limitado.
¡Limpiame los ojos, mi Dios hecho hermano!
Me conocés y sabés que no me acostumbro a tu traje,
ropa de pocos colores, concreto,
común, desgastado.
¡He buscado tu rostro, Señor de mis años!
Mis ojos han visto en tu paso,
señal de alianza, amor extremado.
Con gran confianza se han vuelto
buscando los tuyos,
pidiendo la gracia, la fuerza, el descanso.
Compañero siempre, mi Dios alfarero,
haceme a tu manera, cántaro sencillo,
de paz, de silencio,
de gratuidad hecha entrega.
Señor de mi vida, amigo, hermano,
haceme a tu manera, gesto cotidiano
de fe, de escucha, de ofrenda, de abrazo.
¡Mi Dios entrañable, mi Dios compañero,
gracias por tu paso!
Amén.
Anónimo