Evangelios según San Lucas 11, 15-26

jueves, 6 de octubre de
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En aquel tiempo, cuando Jesús expulsó a un demonio, algunos dijeron:
«Expulsa a los demonios con el poder de Satanás, el príncipe de los demonios».
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.
Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo:
«Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina, y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Satanás. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan los hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo a los demonios por el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.
Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, anda vagando por lugares áridos en busca de reposo y, al no hallarlo, dice: “Volveré a mi casa, de donde salí”. Y al llegar, la encuentra barrida y arreglada. Entonces va por otros siete espíritus peores que él y vienen a instalarse allí, y así la situación final de aquel hombre resulta peor que la de antes».



Palabra de Dios

 

 


 

P José Navarro Asesor de la Pastoral Juvenil de Tucumán

 

Ante Jesús nadie puede permanecer indiferente o neutral, o se lo acepta y se lo sigue radicalmente, o simplemente se lo rechaza.


El evangelio de hoy nos presenta como los fariseos, envidiosos por el poder y el prestigio que Jesús tenía entre la gente, ya no sabían qué hacer para desacreditarlo; entonces se les ocurre decir que Jesús hacía prodigios porque tenía el poder de Satanás, y que expulsaba demonios con el mismo poder. Jesús responde que Satanás no puede expulsar a sus propios discípulos. Porque si en un reino hay divisiones ese reino se viene abajo.


Jesús provocaba admiración en la gente no sólo por sus palabras, sino también por sus prodigios, porque su presencia sanaba, liberaba, restablecía a los seres humanos enfermos y dominados por todo tipo de males.


El poder de Dios hace el bien, las fuerzas del mal sólo destruyen y enferman al hombre.


Por eso seguirlo a Jesús es apostar siempre por el bien, tanto tuyo como el de tus seres queridos. Seguirlo a Jesús es apostar por un mundo mejor, ilusionarse con el Reino de los cielos.


Uno piensa a veces que todo está mal, y no es así; en vos hay muchas cosas hermosas que el Señor te dio y que uniéndolas a otros jóvenes, juntos pueden hacer mucho bien.


Por eso no te acostumbres a lo negativo, al “todo está mal y no se puede hacer nada”, al “nada cambia”,  “todo está peor”…etc. No es así. A pesar de las trabas que le ponían a Jesús, él seguía haciendo el bien, ayudando al que lo necesitaba. Si lo seguís a Jesús tenés que apostar siempre por el bien, sin desilusionarse ni cansarse…

 

Oleada Joven