Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»
En este miércoles de la quinta semana del tiempo pascual, la Palabra nos propone compartir el comienzo del capítulo 15 de san Juan, los versículos 1 al 8. Si hay algo que podemos decir de Jesús como verdadero maestro es que para compartir su vida, es creativo. El Señor se las ingenia para que vos y yo lo conozcamos mejor, pero también para que podamos hacer nuestras sus palabras. Entonces, cuando nos habla, nos dice algo de Él, pero también algo de nosotros. Comenzamos el discurso, el anuncio de Jesús sobre la vid y los sarmientos. Si no estás unido al Señor, no funcionás. Jesús nos dice que Él es la vid verdadera, que el Padre es el viñador y nosotros somos los sarmientos, las ramas de esa vid. Tratemos de llevarlo a nuestra vida y de trabajarlo un poco, por eso fíjate bien en las palabras que usa Jesús:
En primer lugar, permanecer en Dios. A veces cuesta caer en la cuenta de que todo lo que hacemos y pensamos tiene que ser en clave de seguimiento del Señor, de discipulado. El llamado que nos hace hoy Jesús es a que podamos vivir todo en y desde Él. ¿Tengo familia? Mi vida de familia desde Jesús; ¿trabajo? Mi vida de trabajo desde Jesús; ¿Estudio? El estudio desde Él; ¿mi vida de comunidad, mi servicio, mi oración? Todo con Jesús. Yo creo que el permanecer tiene que ver con esto, con dejar que el Señor esté en todo lo que hago. Acordate que permanecer en Jesús implica mantener un dialogo con Él, es un estar “con Él y “en Él” constante que te ayuda a revisar tu andar cotidiano. Por eso hoy preguntate: ¿estoy viviendo mi vida integrada, unida en Jesús, o a Dios lo dejo entrar solamente en algunos aspectos?
En segundo lugar, lo que te une. Dice el Señor: “separados de mí, nada pueden hacer”. Es bueno parar un poco y hacernos alguna que otra pregunta: ¿Qué te une hoy al Señor? ¿Qué te hace estar cerca de Él? ¿Qué hacés cuando las cosas no andan bien, te acercás más o te alejás? ¿Cómo viene tu vida en relación a todo lo que te une al Señor? Acordate de la oración, de su Palabra, de los sacramentos. No te olvides que Dios te quiere bien y cerca de Él. Dios nunca se aleja, Dios nunca puede alejarse porque está perdidamente enamorado de vos, porque es Padre y vos sos su debilidad. Por eso la insistencia del Señor, por eso el pedido de que no te apartes, de que no te seques, porque con Dios todo es posible. ¿Estás confiando verdaderamente en Jesús?
Por último, reconocé los frutos. Quien está cerca del Señor ve los frutos. De hecho, Jesús lo dice en otra parte del evangelio: “por los frutos los reconocerán”. El tema es empezar a descubrirlos, porque a veces los frutos no son los que esperabas. Y, de repente, Dios cambia tus planes por unos mejores. ¿Querés ver frutos en tu vida? Bueno, viví con capacidad de asombro, porque Dios toma lo tuyo y hace maravillas. Orá no hasta que Dios te escuche, sino hasta que vos lo escuches a Él.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.
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