Responder al Padre con las manos abiertas

domingo, 16 de octubre de
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Cuando ayer pregunté, qué es lo que hacías llevando así mi vida,
vi tus manos abiertas moldear lentamente la hondura de mi arcilla.


Entonces… quise ahondar el misterio que abreva mi vasija
y dejar mis manos abiertas, como en cuenco, para ofrecer su bebida.


Cuando ayer pregunté, si acaso sabías de mis cansancios y fatigas,
oí tus manos abiertas trabajar en silencio cuando todos se dormían.


Entonces… quise estar entre tus brazos que acompañan y alivian,
y ofrecer mis manos abiertas al trabajo, que tanto las dignifica.


Cuando ayer pregunté, por qué nunca se me esquiva la Cruz que atemoriza,
palpé tus manos abiertas, enseñarle a las mías, que sólo así se resucita.


Entonces… quise dejar de esquivar los clavos y la corona de espinas
y tender mis manos abiertas a la muerte, que de ver al amor, se ruboriza.


Cuando ayer pregunté, por qué tal vez no hallaba al sufrimiento otra salida,
sentí tus manos abiertas sanar en sus dos llagas, el dolor de mis heridas.


Entonces… quise buscar a los ciegos que hacia otras puertas caminan
y cargar en mis manos abiertas el fuego del cauterio y el calor de su ceniza.


Ya no pregunto por qué, tan solo miro tus manos y entonces… abro las mías.

 

Fuente: javieralbisusj.wordpress.com

 

Oleada Joven