Leamos entonces el Evangelio amorosamente, como sentados a los pies del Amado escuchándolo hablarnos de Sí mismo…
… por amor, por puro amor, como uno se esfuerza por entender todas las palabras del ser amado…
… tratando de comprenderlas bien, amándolas, deseándolas, sin quedar jamás saciados, siempre con sed de más, grabándolas en nuestra memoria, guardándolas en nosotros como un tesoro, volviéndolas a rumiar en nuestro espíritu, sirviéndonos de ellas como de una dirección para toda nuestra vida, tomándolas como guía en todos nuestros pensamientos, palabras y acciones, con un agradecimiento, un respeto, una felicidad a la medida de nuestro amor.
¡Escuchemos así, escuchemos así amorosamente esas palabras queridas y benditas, toda palabra de la Sagrada Escritura, todo lo que el Amado nos diga de Él!
Fuente: "Orando con Carlos de Foucauld", Editorial Agape Libros