Jesús dijo entonces a sus discípulos: “Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos. Sí, les repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos”.
Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”.
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible”.
Pedro, tomando la palabra, dijo: “Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?”.
Jesús les respondió: “Les aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.
La liturgia nos trae el Evangelio de Mateo en donde Jesús diciéndole a los discípulos que será muy difícil que un rico entre en el reino de los cielos y pone el ejemplo “es más fácil que un camello entre por la aguja (esta especie de aduana que había en las ciudades de Israel) que un rico entre por los cielos entre el reino de los cielos”. Y los discípulos quedaron sorprendidos y seguramente a nosotros también nos sorprende escuchar a Jesús hablar así.
Luego Jesús fija su mirada en ellos. Esta mirada tierna, dulce, buena y amorosa de Jesús se fija en los discípulos como se fija hoy también en nosotros, para decirnos que no quedemos desconcertados porque seguramente la solución viene desde su corazón. Fijando la mirada en ellos les dijo “para los hombres esto es imposible pero para Dios todo es posible”.
En estas palabras deben haber descansado los discípulos como podemos descansar nosotros. Dios todo lo puede. A veces en nuestras riquezas y en todas aquellas cosas que estamos adheridos en nuestra propia vida, Dios las puede más. A veces me parece que es imposible que me salve, que es imposible que Dios me escuche. A veces es imposible que yo así pueda alcanzar la vida eterna, sin embargo Jesús me vuelve a decir “para los hombres si esto es imposible pero para Dios es posible”. ¡Cuántas cosas en nuestra vida si lo dejáramos actuar directamente a Él o centraramos nuestro corazón en Él, en su palabra y en su amor en su bondad en su misericordia en su ternura!. Seguramente Él las hará posible.
Pedro va a tomar la palabra, como siempre, y le pregunta “¿que nos tocará a nosotros?”. Jesús le responde de una manera mucho más grande. No es que me toca o que no me toca en el Reino de Dios, es mucho más grande. Aquel que deje padre, amigo o familia todo por el reino de los cielos, o sea quien ponga en el centro a Jesús, recibirá 100 veces más y obtendrá como herencia la vida eterna. Esa es nuestra herencia, eso es lo que Dios va a regalarnos que para nosotros es imposible. Poner nuestra mirada en Jesús dejando que él la fije en nosotros, poner nuestro corazón en Jesús, centrar nuestra vida en la vida de Él, centrar nuestra vida en su Palabra, en sus sacramentos, centrar nuestra mirada en Él para que Él la siga centrando en nosotros. Y entonces así podemos escuchar esta frase varias veces repetida en el texto del Evangelio con que termina el texto de hoy: “Muchos de los primeros serán los últimos y muchos de los últimos serán los primeros”. O sea que no importa tanto ser primero o último sino que nuestra vida esté centrada en Dios. Queremos centrar nuestra vida en Él, queremos poner nuestro corazón en las cosas de Dios, en su palabra, en su amor.
Bueno esto de centrar nuestra mirada en Él, pedirlo fuertemente como gracia. A veces me parece imposible. Puedo todo el día vivir mi vida centrando la mirada en Jesús, se lo pidamos a Él mismo, lo que es imposible para nosotros para Jesús es posible.
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