Es hacernos sensibles frente a la realidad que habita dentro y fuera de nuestra existencia y, al mismo tiempo, sentir el entusiasmo, la plenitud y la felicidad que nos ofrece esa realidad, respondiendo a ella, no por necesidad, sino por sensibilidad. No debe existir el amor incompleto, defectuoso o parcializado. Debe ser total, pleno, íntegro, ilimitado, y, así, al sentirnos profundamente amados, podremos brindarnos a los demás con absoluta convicción y desprendimientos.
Aquí también descubriremos que ningún sacrificio es demasiado grande, ningún precio es demasiado alto, cuando a cambio, podemos dar y obtener lo único en el mundo por lo cual vale y merece la pena vivir.
El amor es lo que mueve la vida, lo que nos permite avanzar, es la mano que cura, la que da de comer al hambriento y no sólo es material sino también espiritual, es lo que nos mantiene vivos a cada instante.
Quien, en su corazón tiene amor, lo tiene todo. No le falta nada, porque si tiene amor es que Dios está habitando en esa persona.
El amor es compasivo, el amor es servicial, el amor nada pide a cambio, el amor lo cura todo, el amor no tiene odios ni rencores, no es soberbia, es humildad.
Por el amor, sonreímos, damos una mano, escuchamos a los demás, ofrecemos nuestros servicios, ayudamos al necesitado, nos ofrecemos a los otros sin esperar nada a cambio.
El que actúa y vive en el amor, todo lo posee, tiene el poder más grande que se pueda imaginar, aquel que nunca decae que nunca decae, que nunca se termina, que nunca desfallece.
La energía que desplegamos, cuando tenemos amor en nuestro corazón, es muy poderosa, nada ni nadie puede contra esa energía, es como un escudo invencible.
Todo lo que en amor se fundamenta, no morirá jamás, ni conocerá la destrucción, ya sea en la familia, empresa, pareja, gobierno, grupo.
Si queremos saber si algo tendrá éxito o si perdurará en el tiempo, comprobemos si está basado en el amor, si es auténtico, si es honesto, si no busca nada a cambio, si no es mero interés o querer sacar un provecho injusto sin dar lo que corresponde.
Siempre debemos caminar en la vida con amor, amor por todo y todos, sin importar raza, religión, creencia, ideología política, etc. Siempre el amor debe ser lo primero, de esta manera, aseguramos nuestra felicidad permanente y no momentánea.
El verdadero amor no es sólo dar a los demás, sino también pensar bien en los demás. Nuestros pensamientos y sentimientos deben fundamentarse en un amor genuino, transparente, que no oculte nada.
Nuestra felicidad es directamente proporcional al amor que hay en nuestro corazón; cuanto más amor, más felicidad, más salud, más éxito en nuestras empresas, más bienestar, más cerca de Dios estamos. Y si estamos cerca de Dios, a qué podemos temer, de qué podemos tener duda o miedo, por supuesto que absolutamente nada.
Avancemos por la vida prodigando amor y sólo recibiremos amor, sea en el ámbito que nos movamos o la tarea que desarrollemos, todas deben estar basadas en el amor, en la honestidad, en el dar más que en el recibir y entonces, en nuestro interior sentiremos la mayor felicidad.
Fuente: “Lo esencial de la vida”, Carmen D´Angelo, Javier Espósito, Editorial San Pablo