No prometo, hijo, impedir que tropieces ni estar pegado a ti para
asirte en la caída; te estorbaría mi excesiva protección y te haría
extremadamente dependiente… pero prometo estar ahí para curar tus
raspones.
No prometo, hijo, heredarte mi experiencia; no podría ser tuya.
Tendrás que adquirirla en carne propia… pero prometo estar
disponible cuando solicites consejo.
No prometo, hijo, solucionar tus problemas; aunque lo haría todo por
ti, la solución suele estar en tus manos y no en las mías… pero
prometo ayudarte en lo posible y escucharte cuando quieras
desahogarte.
No prometo, hijo, evitarte sufrimientos; no puedo cegarte a la
realidad y a veces sufrir es necesario para aprender a ser fuerte…
pero prometo ofrecerte mi hombro cuando necesites consuelo.
No prometo, hijo, darte todo lo que quieras; en todo caso, es mejor
que aprendas a dar, los caprichos y las modas no son tan importantes,
pues se olvidan en cuanto se consiguen… pero prometo hacer mi mayor
esfuerzo para darte lo necesario.
No prometo, hijo, que serás tú el centro de atención; necesito
atender también otros asuntos por tu bienestar y el de toda la
familia… pero prometo no descuidarte y dedicar un tiempo especial
sólo para ti.
No prometo, hijo, caerte bien en todo momento, a veces no te gustará
lo que yo diga o haga, pues tengo la obligación de guiarte por el
camino correcto… pero prometo no maltratarte ni humillarte cuando
te corrija.
No prometo, hijo, que serás un niño mimado; a la larga te haría mucho
daño… pero prometo que serás un niño querido.
No prometo, hijo, estar a tu lado siempre; soy mortal como cualquier
ser humano… pero prometo enseñarte que existe un Padre que sí es
eterno, a quien podrás acudir siempre que quieras.
No prometo, hijo, ser un padre perfecto; sólo existe uno y no puedo
siquiera compararme con él… pero prometo poner todo mi amor en el
intento.