Desde lo hondo te llamo Señor,
dueño de toda mi existencia.
Con la frágil humildad de un corazón autosuficiente,
te acepto como principio y fin,
creador y plenitud de cuanto soy y pueda ser.
Recibí Señor esta costosa entrega que hoy cargo
y hacela llevadera por la experiencia de tu cercanía,
hasta que mi alegría consista en alabarte sirviéndote,
trascendiendo desde mi amor mi propia libertad.
Vos sos mi Dios presente, el Dios de mis días,
el que conoce todo lo que mi corazón siente,
al que busco como fuente de agua viva.
Tú eres mi padre y yo soy tu hijo:
esta es la realidad transformadora de todo mi existir.
Desde lo hondo te llamo mi Señor,
como un niño crecido entre fantasmas inquietantes,
que vuelve a las fuentes últimas de su ser
para sobrevivir en serena plenitud,
y experimentar el gozo de la libertad
maduramente entregada.
Porque el mucho camino enturbia mi horizonte.
Hacé de mi acción una canción de alabanza
y un servicio constante,
para que en mí seas bendito.
Hacé de cuanto me rodea camino hacia Vos
y, caminando,
haré de todo algo más divino por más humano que sea.
Hacé que tanto camine por las cosas
cuanto me conduzcan a Vos,
y que de tal modo las trate
para que cada vez me lleven más a Vos.
Amén!
Norberto Alcover S.J.