Humildad, es andar en verdad

lunes, 7 de noviembre de
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En la ficha anterior había unas preguntas para que puedas hacer un ejercicio de transparencia con vos misma/o, cosa importantísima en este viaje divino desde tu corazón al corazón de Dios y viceversa, que se da en la oración. Y? Cómo te fue? Te hiciste las preguntas, o te fuiste a la banquina para esquivar el bulto…?


Bien, si estuviste con actitud de enfrentar la verdad de tus respuestas ante el que quiere que vivamos en la Verdad de Su Amor, acá seguimos entonces con el tercer ítem que Teresa considera fundamental para orar: Humildad, verás que conecta con la capacidad que tengas de ver la verdad de tu propio corazón…


Dice Teresa que la "humildad es andar en verdad" (Moradas Sextas 10,8). Humildad no es hacerse el humilde, o tomar la apariencia de la humildad con gestos y actitudes que más tienen que ver con la incapacidad de ser de verdad quien Dios nos llama a ser, con todas nuestras potencialidades. Todo eso lo desenmascaró Teresa y dice que son "almas cobardes con amparo de humildad" (Libro de la Vida 13,2).

 

La humildad es signo de autenticidad y realismo. Es reconocer nuestra propia verdad ante Quien es La Verdad, con todos nuestros dones y debilidades. Lo que nos hace verdaderamente humildes es la verdad de nosotros mismos que se nos revela en el encuentro con Jesucristo; por eso es rotunda la afirmación teresiana: "Y como este edificio (de la oración) todo va fundado en humildad, mientras más llegado a Dios, más adelante ha de ir esta virtud, y si no, va todo perdido" (V 12,4; 7M 4,8).

 

Con todo esto que venimos diciendo vemos que el camino de la oración no es para un momento y punto, y luego sigo con mi vida. Sino que -al contrario-, se sitúa en el centro de nuestra vida, porque es un camino de vida, en el que vamos siendo transformados.

 

La oración nos transforma en la medida en que la vivamos con este peso específico: Encuentro de Amor con Dios; y no sólo actos religiosos de cumplimiento o recitaciones devotas sin corazón. La oración es transformante porque no podemos quedar inmunes ante el encuentro con Jesús que nos hace compañeros de Su vida, que hace que se nos vaya pegando sus acentos, sus gestos, sus elecciones, sus gustos, su vida y su amor. La oración nos transforma interiormente y para esta transformación interior sólo hacen falta estas tres disposiciones que te he mencionado: amor, pobreza o desasimiento y humildad…


En síntesis podemos decir que la pedagogía de Santa Teresa para formar al orante está centrada en el rehacimiento de un yo, el rehacerse de la persona con un cambio de condición: del egoísmo al amor, de la posesividad al desasimiento, de la soberbia a la verdad. Estas son las tres cosas necesarias para iniciar el camino de la oración junto a una determinada determinación, como compromiso fuerte de no volver atrás. La VERDAD (humildad) nos hace LIBRES (desasimiento) para ser SIERVOS DEL AMOR.

 


 

 

Por hoy, vamos a ir dejando, acá porque tenés bastante para rumiar. Acordate que la rumia requiere leer y releer lo que se quiere elaborar interiormente. Para lo cual, sólo una lectura no basta, así que te propongo que leas en conjunto este subsidio junto a los otros dos anteriores para que pueda quedarte una idea más clara de qué dimensiones interiores tuyas se ponen en movimiento de transformación en este viaje de la oración…

 

 

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