Pensamientos de Santidad

martes, 8 de noviembre de

 

AMOR DE DIOS 

“Veo al Señor cargado de los tesoros de su amor y necesitando almas vacías donde poder depositarlos”.

“Sólo en el cielo podremos comprender todo cuanto el Señor ha hecho por nosotros”.

Todo nos puede faltar. Todos los otros amores un día nos faltarán, pero el de su Corazón no nos faltará jamás”.

“El Señor bien conoce nuestra miseria, que de ella es caer y de su misericordia perdonar”.

“¿Quién puede amarte y procurar tu bien con el amor con que él te ama y con el poder y la bondad con que él lo procura?”

“¿Qué será ver a Dios cara a cara y poseerle para siempre? ¡Qué buenísimo ha sido dejándonos conocer esto poquísimo que conocemos de él!”

“¡Qué misterio de amor! Esa unión que tendremos, por su misericordia, en el cielo, empieza ya de verdad en la tierra”.

“Mire si nos ha amado, que no ha podido esperar al cielo para unirse con el alma”.

“El amor del Señor no tiene límites, que no lo tenga tampoco el nuestro”.

“No hay más que vivir de fe, y entonces ya todo resulta fácil, porque viéndole con nosotros tan bueno, tan lleno de amor, tan pendiente del nuestro, ¡quién no vivirá sólo para él y le amará con locura!”

“El pensar, como decía nuestra Santa Madre Teresa, que vamos a ser juzgados por quien con tanta razón amamos, es para deshacerse de agradecimiento, ya que mucho más nos ama él”.

 “En el último lugar quiso estar Cristo en su casita de Nazaret y en la tierra, pues más último lugar que morir ajusticiado no puede haber. Fue por nuestro amor”. 

 

 

 

AMOR A DIOS 

 

“La mayor felicidad de la tierra, que nada nos puede quitar, consiste en unirse a Dios y cumplir su voluntad amándole y sirviéndole”.

“Cuando las cosas se hacen por Dios, ¡qué tranquilidad da todo lo que pueda pasar!”

“Cada vez comprendo más la nada de todo lo que no es Dios y siento la imperiosa necesidad de amarle y olvidarme de mí por completo para que sólo él viva en mí”.

“¿No sabe que me enamoré del Hijo de María y cada día y cada segundo me gusta más, le quiero más y más y más?”

“La verdadera felicidad en la otra vida y en ésta es la mayor unión y el mayor amor a Cristo, nuestro Bien”.

“Si le somos fieles, cada día aumenta la capacidad de amarle. ¡Qué felicidad!”

“¡Qué bueno es mi Cristo cuando da y cuando quita, y siempre!”

“Yo no quiero saber otra cosa sino amar al Señor. ¡Qué pequeño, qué nada se ve el mundo, y qué insensatas todas las luchas y deseos que hay en él!”

“Este tiempo de la vida tan corto hemos de aprovecharlo con alegría, ofreciéndole con gozo todo cuanto nos suceda, que todo es para que crezcamos en el amor”.

“Que hagamos siempre cuanto sea del agrado de nuestro Cristo bendito, que sólo tenemos esta vida para ello”.

“Hágalo todo con mucho amor a Cristo y ahí está todo”.

“Amar y sacrificarse no es muy difícil, ¿verdad?”

“¡Cómo tenemos que ser con el Señor y qué delicadezas de amor tenemos que tener; que amor con amor se paga!”

“Demos a nuestro Cristo el amor que los que no le conocen le niegan”.

“El amor será eternamente el mismo que tengamos al acabarse la vida”.

“Considerando que Dios se hizo hombre por nuestro amor, no sé cómo no nos volvemos todos locos de amor por él”.

 

“Si has nacido para morir de amor, ¿qué te importa todo lo demás?” 

 

 

 

CARIDAD CON EL PRÓJIMO 

 

“La caridad es cosa que el Señor recompensa siempre”

“¡Cuánto hace gozar la verdadera caridad!”

“Me pareció entender que quería el Señor fuese muy delicada en la caridad y me consagrase toda a ella”.

“¡Quisiera amarte tanto por los que no te aman! Pero con obras y en verdad”.

“Sentía como necesidad de ejercitar la caridad, aunque sea en pequeñeces, para probarle a él el amor”.

“Sí, ámenle mucho, así con obras, sin mirar para nada nuestro consuelo”.

“La caridad para con Dios se mide por la caridad que se tiene con el prójimo, y ésta roba el Corazón del Señor y el de las criaturas también”.

“A mí me encanta tener para dar, y parece que a él también le gusta”.

“¡Qué verdad es que la caridad une los corazones!”

“¡Bendita caridad, que tanto bien hace a las almas!”

 

“¡Cómo paga el Señor la menor cosa que se hace por su amor!” 

 

 

 

CONFIANZA Y ABANDONO EN DIOS 

 

“Señor, cuando tú quieras, como tú quieras, lo que tú quieras; eso es lo único que queremos y deseamos”.

“En manos de Dios estamos, y no puede ser sino bueno lo que él haga con nosotros”.

“No quiero sino confiar a ciegas y esperar contra toda esperanza, sin ocuparme de mí”.

“Si se abandona del todo, el Señor va a llevar a cabo en este abismo de miseria la obra de su amor”.

“¡Qué fácil se hace servir y agradar a Dios en cuanto uno se olvida un poquitín de sí mismo y no quiere guiar su vida, sino abandonarla en manos de Dios!”

“Todo está en confiar del todo en su Corazón y abandonarse amorosamente en sus manos”.

“Es una felicidad el estar colgados de la providencia del Señor y ver con qué delicadísimo amor él lo prepara todo”.

“Viva siempre llena de fe, de confianza, dejando que el Señor guíe su barquilla y duerma si quiere en ella”.

“Intérnese en ese Corazón de Jesús donde tiene hecho su nido y viva ahí, abandonada y segura, sólo para él”.

“Lo único importante es que el Señor tenga las riendas de nuestra vida y la lleve por donde quiera”.

“¡Qué bueno es confiar en Dios y abandonar en él todo cuidado!”

“El Señor bien sabe que sólo quiero quererle y que puede hacer de mí lo que quiera”.

“¿Cómo no vamos a ir a él con inmensa confianza, si nos compró con su Sangre?”

“Dejar todo cuidado, teniéndolo únicamente en recibir a cada momento aquello que él quiera, con gratitud, fidelidad y amor”.

“El Señor sabe, puede y nos ama”.

“Yo quisiera que todo, todo me llevase igualmente a Dios, sea lo que sea; a Dios, que es mi vida y mi todo”.

“¡Qué buenísimo es, y cómo, en cuanto el alma pone un poco de su parte, él lo hace todo!”

“Sin él nada podemos, pero con él, todo”.

“No quiero sino confiar a ciegas y esperar contra toda esperanza, sin ocuparme de mí”.

“Déjele que él la lleve por donde él quiera, sin tristezas ni preocupaciones”.

 

“Fiémonos de él, que nos lleve por donde quiera y como sea, para que cuanto antes, lleguemos a unirnos con él”. 

 

 

 

IMITACIÓN, SEGUIMIENTO Y UNIÓN CON CRISTO 

 

“Tenemos que ser como él nos quiere; así es como podremos ayudarle de veras”.

“Cristo se ha quedado en el sagrario para que le amemos, le imitemos, y para ser nuestra fortaleza y nuestro consuelo”.

“Es de veras un dolor que se pase la vida sin procurar imitar a Cristo”.

“Yo no quiero la vida más que para imitar lo más posible la de Cristo”.

“Como Cristo: mansos, obedientes, humildes y llenos de caridad verdadera”.

“Jesús quiere de nosotros amor, humildad, sacrificio, recogimiento, trato íntimo y amoroso con el huésped Divino de nuestra alma: Jesús vivo”.

“¡Cuántas cosas pasadas…; pero Cristo no pasa!”

“Dejémonos purificar, iluminar y consumir por él, que sólo él es la razón de nuestra vida…”

“¡Qué gusto perderlo todo por ser de nuestro Cristo, que él solo basta!”

“¡Qué tontería es todo lo que no es él! ¡Cómo llena él solo todas las necesidades del alma, que creó para él!”

“Haga morar a Cristo, nuestro Bien, cada día más agradado en su corazón, que es cosa fácil, puesto que él nos da para ello todo cuanto necesitamos”.

“Preferir, prefiero lo que quiera mi cristo siempre y en todo, en lo grande y en lo chico”.

“Viva Cristo en mí y yo en él. ¡Qué felices somos! Nadie nos puede quitar esta felicidad, que nunca disminuye si el alma es fiel; cada día que pasa es más grande, y en el cielo será infinita”.

 

“¡Qué serán aquellos ojos y aquellas manos y aquel Corazón!” 

 

 

 

REPARACIÓN 

 

“¡Pobre Jesús mío, qué ganas dan de quererte de veras por tantos como no te quieren!”

“No hay que permitir que las espinas que punzan nuestro corazón puncen también el del Señor”.

“¡Qué poco importa todo, menos el ofender a Dios!”

“¡Quién pudiera ofrecer al Señor algo que pudiera consolarle!”

“Hemos de reparar, con nuestra fidelidad y nuestro amor, tantas y tantas ofensas como, precisamente de los suyos, recibe nuestro Dios”.

 

“Quisiera yo poder, a costa de cuento fuera necesario, transformar las ofensas que en el mundo se cometen, en gloria, amor y consuelo para el Corazón de mi dulcísimo Jesús”. 

 

 

 

SANTIFICACIÓN 

 

“Si de veras le servimos y le amamos, eso es la santidad”.

“La santidad es muy sencilla, dejarse confiada y amorosamente en brazos de Dios, queriendo y haciendo lo que creemos que él quiere”.

“Lo único importante es procurar agradar a Dios nuestro Señor y el juicio suyo, y lo que únicamente vale es lo que seamos delante de nuestro Dios”.

“El camino de la propia santificación es el santo misterio de la cruz”.

“Los santos fueron santos, porque quisieron, con inmenso querer, ser fieles”.

“Esta vida se pasa volando, y lo único que vale es lo que hagamos para la otra”.

“Es mayor bien para las almas un alma que se santifica que todo lo demás”.

“Los santos son los que verdaderamente son poderosos, porque tienen al mismo Señor con ellos”.

“Cumplir la amorosísima voluntad de nuestro Dios es lo único que importa en la vida, y en ello está la paz, la felicidad y, sobre todo, la santificación”.

“¡Qué locura es desperdiciar siquiera un momento de esta vida, que con tan infinito y tierno amor el Señor nos concede para que nos unamos a él!”

“El propósito que para mí lo encierra todo, cumplido de veras, es vivir en la presencia de Dios vivo, muy amante y muy amado, y a éste va unido el de agradarle en todo momento”.

“Nada estorba a la santidad si somos fieles”.

“La fe a veces se vuelve transparente”.

 

“La santificación se forja cuando Dios va quitando al alma todo, y la deja como en un inmenso desierto”. 

 

 

 

HUMILDAD 

 

“Busca el Señor almas vacías para llenarlas de sí”.

“El Señor busca a los pequeños y humildes; séalo muy de corazón para llegar a la íntima unión con él”.

“Sin humildad no puede haber virtud alguna”.

“¡Qué encantos tiene la vida humilde y la pobreza!”

“Es un gozo no ser nada para que él lo sea todo en mí”.

“Necesito vivir olvidada, desconocida, despreciada, lo más cerca posible de su vida santísima”.

“Me encuentro capacísima, si Dios me dejase un momento de su mano, de hacer todo cuanto otra persona puede hacer; esto sólo me da compasión y deseo de ayudar a las almas”.

“Lo sé por experiencia: cuanto menos es uno, más se encarga él de todo”.

“Mire siempre su nada y él lo hará todo. Quiera sufrir las mil cosillas que hay que sufrir, y sólo con eso el Señor obrará en las almas”.

“No tengo más que esta vida, y quisiera darle durante ella todo el dolor, toda la humillación que sea posible”.

“Cuando se reconocen con humildad las culpas y faltas que podamos tener, se borra todo”.

“Enamórese de no ser nada, no servir para nada, no contar para nada, porque esto sería una felicidad inmensa: abrazarse a él, sumergirse en él, imitarle a él y pasar así estos cuatro días de vida”.

 

“¿Qué tendrá el rincón? Con todos sus santos así hace el Señor”. 

 

 

 

CRUCES Y CONTRARIEDADES DE LA VIDA 

 

“Con él todo se hace suave y dulce, aún lo más amargo”.

“Nada se nos harán al fin de la vida los dolores del camino”.

“Cristo nos guarda, y con él ¿qué hay que temer?”

“La cruz es un tesoro del cual no nos quiere privar este Rey nuestro, que conoce tan bien su valor”.

“¿Qué importa que no tenga el sentimiento de la fe, si está viviendo de ella a cada momento?”

“¡Qué será cuando por fin se suelten los lazos que sujetan al alma a esta vida y caiga en los brazos amorosísimos de nuestro Dios! Volar a nuestra patria verdadera, acabarse ya este tiempo de prueba, ver el rostro desconocido y amado de Cristo. ¡Qué será!”

“Nada nos puede quitar el vivir con él, amándole y procurando agradarle y consolarle”.

“Esta vida no es más que un paso para la verdadera, y aunque nos cueste tanto la separación de las personas queridas, es muy grande consuelo pensar que nos reuniremos en el cielo con nuestro Dios para siempre”.

“¿Miedo a la muerte? ¡Si la muerte no es más que echarse en las manos de Dios!”

“El Señor nos lo arregla todo, aunque le guste apretar un poquito para que luego le apreciemos más”.

“Este tiempo de la vida tan corto hemos de aprovecharlo con alegría, ofreciéndole con gozo todo cuanto suceda, que todo es para que crezcamos en el amor”.

“Veo entre las tinieblas, con una claridad muy grande, lo vano que es todo lo que no es Dios”.

“Más nos acerca a Dios una temporadita de cruz que todos nuestros pobres esfuerzos”.

“No está sola, puesto que tiene a Dios, que es todo suyo”.

“Él sabe bien lo que más nos conviene, pero este tonto corazón humano hace a veces de las suyas, y mi Cristo te comprende”.

“¡Qué bueno es Dios! Si él está contento, vengan penas, ¿verdad?”

“En la cruz es donde más se logra la unión con Cristo, nuestro Bien”.

“No esté triste, pase lo que pase. Las penillas al fondo del Corazón de Cristo, y en el suyo sólo su amor y su gloria”.

“Las obras de Dios tienen que llevar su sello, que es el de la cruz. Cuando él lo quiera, todas las dificultades se desharán como la espuma”.

“¡Qué pequeño es todo lo de esta vida; lo único que importa es que dejemos que se cumpla en nosotros plenamente la santa voluntad de nuestro Dios!”

“Los trabajos de esta vida nos harán más conocer y más amar a Dios para siempre, siempre, siempre”.

“¡Bendita cruz! En el cielo veremos la providencia amorosísima con que nos la manda el Señor, aunque aquí no lo entendamos”.

“¡Cómo bendeciremos en la otra vida la bendita cruz!”

“Pongamos el hombro para ayudar al Señor y llevar la cruz, ahora que tantos suyos le dejan”.

“El fruto del sufrimiento es estar cada día más cerca de Dios”.

“Queriéndolo él y pensando que se le da gusto, todo lo amargo se vuelve dulce y lo desabrido sabroso”.

“El Señor, cuando quiere, sabe crucificar, sí; pero ¡con qué amor!”

“¡Qué buenísimo es el Señor, y cuando pide algún sacrificio, con qué amor estará él pendiente del alma!”

“Nadie puede quitarnos nuestra felicidad, pase lo que pase”.

“El Señor no envía el dolor sino para mayor bien de las almas”.

“Todo lo que no es Dios es nada en absoluto”.

“A todo el que Dios prueba con tribulaciones, es señal de que le ama”.

“Nuestros sufrimientos los encauza el Señor hacia donde quiere, y por un lado o por otro, siempre dan su fruto”.

“Comprendo cuánto estará pasando, porque si tuviera siempre la alegría del sacrificio, no podría llamarse cruz lo que el Señor le envía”.

“No tenga miedo de llevar mal su cruz porque la sienta, que el Señor bien conoce nuestro corazón y ve que, aunque sólo quiere lo que él quiere, cuesta mucho”.

“¿Qué importa el sacrificio, si a él se le puede dar alguna gloria? ¿Qué importa lo nuestro tan pequeño?”

“No puede ser sino bueno lo que nos viene de él, aunque tengamos que acatar su voluntad santísima sin entenderla. ¡Y qué alegría que sea así, para probarle nuestro amor y nuestra entrega!”

“Sufrir en unión con Cristo, nuestro Bien, es muy distinto que sufrir sin él”.

“¿Qué es todo, qué importa todo, estos cuatro días de vida, visto a la luz de la verdad?”

“¡Qué bien poder unir nuestros pobres sacrificios a los suyos, sobre todo los del corazón!”

 

“Estas penas sin la fe deben de ser imposibles de sufrir, pero con ella todo cambia, por doloroso que sea, viendo que quien lo permite es quien nos ama infinitamente”. 

 

 

 

¡QUE TODOS SIENTAN EL AMOR DE DIOS Y SE SALVEN! 

 

“Cuando se piensa que el Señor dijo: ‘Mis delicias son estar con los hijos de los hombres’ no se puede menos que desear con toda el alma hacer cuanto sea posible para que pueda tener esas delicias de su amorosísimo Corazón”.

“¡Tengo tanta sed de él, quisiera tanto agradarle, ser de modo que pudiese ganar almas a su amor…”

“¡Qué tormento es ver la nada de todo lo que no es Dios y, por otro lado, tantas multitudes que ciegamente se van tras ello!”

“¡Pobres almas que huyen de quien tanto las ama y tanto desea su bien!”

“¡Qué nada es todo lo de aquí, a lo que a veces hemos dado tanta importancia! Bendito sea el Señor que nos ha dado luz para comprender que sólo la tiene amarle y servirle y procurar que los demás lo hagan”.

“¿Por qué no le conocerán y le amarán todas sus criaturas? Porque no le conocen, que si le conociesen, no podrían no amarle”.

“Debe de ser muy triste la vida sin conocer ni amar a Cristo, nuestro Bien, ni a su Madre dulcísima, sin contar con lo de la otra vida”.

“¡Cuánto le agradará que los que le conocen y le aman se ocupen de sus intereses, que son la

 

Oleada Joven