Reinar sirviendo

lunes, 21 de noviembre de

Si dejamos que Cristo reine en nuestra alma, no nos convertiremos en dominadores, seremos servidores de todos los hombres. Servicio. ¡Cómo me gusta ésta palabra! Servir a mi Rey y, por Él, a todos los que han sido redimidos con su sangre. ¡Si los cristianos supiésemos servir! Vamos a confiar al Señor nuestra decisión de aprender a realizar ésta tarea de servicio, porque solo sirviendo podremos conocer y amar a Cristo, y darlo a conocer y lograr que otros más lo amen.

 

 ¿Cómo lo mostraremos a las almas? Con el ejemplo: que seamos testimonios suyo, con nuestra voluntaria servidumbre a Jesucristo, en todas nuestras actividades, porque es el Señor de todas las realidades de nuestra vida, porque es la única y la última razón de nuestra existencia. Después, cuando hallamos prestado ése testimonio del ejemplo, seremos capaces de instruir con la palabra, con la doctrina.

 

 

 Así obró Cristo: … primero enseñó con obras, luego con su predicación divina.

 

 

 

Servir a los demás, por Cristo, exige ser muy humanos. Si nuestra vida es deshumana, Dios no edificará nada en ella, porque ordinariamente no construye sobre el desorden, sobre el egoísmo, sobre la prepotencia. Hemos de disculpar a todos, hemos de perdonar a todos. No diremos que lo injusto es justo, que la ofensa a Dios no es ofensa a Dios, que lo mal es bueno. Pero, ante el mal, no contestaremos con otro mal, sino con la doctrina clara y con la acción buena: ahogando el mal en abundancia de bien. Así Cristo reinará en nuestra alma, en las almas de los que nos rodean.

 

 

 

Intentan algunos construir la paz en el mundo sin poner el amor de Dios en sus propios corazones, sin servir por amor de Dios a las criaturas. ¿Cómo será posible efectuar, de ése modo, una misión de paz? La paz de Cristo es la del reino de Cristo; y el reino de Nuestro Señor ha de cimentarse en el deseo de santidad, en la disposición humilde para recibir la Gracia, en una esforzada acción de justicia, en un divino derroche de amor.

 

 

 

 

Fuente: “Es Cristo que pasa”, Josemaría Escribá de Balaguer, RIALP

 

Oleada Joven