Evangelio según San Lucas 21, 20-28

lunes, 21 de noviembre de
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En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando vean a Jerusalén sitiada por un ejército, sepan que se aproxima su destrucción.
Entonces, los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en la ciudad, que se alejen de ella; los que estén en el campo, que no vuelvan a la ciudad; porque esos días serán de castigo para que se cumpla todo lo que está escrito.
¡Pobres de las que estén embarazadas y de las que estén criando en aquellos días! Porque vendrá una gran calamidad sobre el país y el castigo de Dios se descargará contra este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que se cumpla el plazo que Dios le ha señalado.
Habrá señales prodigiosas en el sol, en la luna y en las estrellas; en la tierra las naciones se llenarán de angustia y de miedo por el estruendo de las olas del mar; la gente se morirá de terror y de angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo, pues hasta las estrellas se bambolearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad. Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación».

 

Palabra de Dios

 

 


 

P. Luis Cruz Asesor de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Santiago del Estero

 

En este texto vemos que hay un discurso bastante apocalíptico desde la persona de Jesús, nos habla del final de los tiempos, de algo para lo que debemos estar siempre prevenidos, preparados.

Lo mejor es que nosotros podamos sacar de esta lectura la idea de un tiempo de sanación, tiempo de gloria, un tiempo donde podamos aprovechar lo mejor posible nuestra historia, nuestra vida y podamos proyectar hacia delante.
 
Me gustaría que como jóvenes en este día, puedan evaluar el año litúrgico que termina. El Catecismo Joven que el Papa ha lanzado hace poco tiempo y que nos ha entregado en la Jornada Mundial de La Juventud nos pide en uno de los capítulos, celebrar los grandes misterios de nuestra vida y de la vida cristiana; y habla en principio de todo el año litúrgico, donde que bueno es, que nosotros podamos contemplar y celebrar los grandes misterios de la Fé cristiana desde los grandes misterios de cada uno de nosotros para que así entonces uno pueda evaluar y agradecer el haber celebrado un Adviento, una Navidad, una Cuaresma, un tiempo Pascual, un Pentecostés en nuestra vida, donde sintamos que ese tiempo es un  misterio de Cristo , que pasa y se impregna en cada uno de nosotros.

Por eso en este jueves en el que ya estamos casi finalizando el año litúrgico, evaluemos nuestras vidas y como hemos celebrado estos misterios de nuestra Fé como Cristianos pero impregnados desde los misterios de nuestra vida, para que nosotros también, en este nuevo año que vamos a iniciar del ciclo B, podamos celebrar y contemplar los grandes misterios de Cristo en nuestros corazones, nuestra historia, nuestro ser y de esa manera en nuestras comunidades, en ustedes, los jóvenes, nuestra provincia, nuestra ciudad.

Lo importante es que en este día nosotros miremos hacia atrás y pensemos en el compromiso que queremos asumir, que queremos proponer en el que viene.
 
Y lo que me gustaría remarcarle a los jóvenes es que leamos, estudiemos, y analicemos este Catecismo Joven que lanzó el Papa, incluso que lo compartamos, en los medios de comunicación, en la redes sociales, que podamos hablar de nuestra Fé con las personas que nos rodean. Que nuestro Catecismo sea un proceso formativo, nuestro material del magisterio que nos acompaña en nuestra Fé y que nos ayuda a vivir y contemplar lo mejor posible este año litúrgico que vamos a iniciar; que el próximo domingo sea un Adviento donde realmente haya una espera y que sea un tiempo de esperanza porque el Mesías está por llegar, que podamos sentir una nueva Navidad en nuestras vidas, especialmente en nuestras familias.

Por eso en este día los invito a mirar hacia atrás y poder descubrir los pasos de Dios en estos grandes misterios de Cristo que hemos celebrado durante este año, para que así, como decían los discípulos de Emaus “¿Acaso no ardía nuestro corazón cuando nos hablaba y explicaba las escrituras?” haciendo memoria podamos reconocer tantos momentos importantes en los que Dios se ha manifestado y poder decir ¡Si! Realmente estuvo Dios ahí.
 
Hagamos ese ejercicio para poder comprometernos lo mejor posible para que recibamos a este nuevo tiempo lo mejor posible.

Creo que el tiempo es escatológico en esta lectura y hace referencia a que esperemos sin miedo, estar preparados, en cualquier momento y a cualquier hora. Seremos constructores del Reino de Dios y vamos a ser esas grandes personas que celebran el misterio de Cristo desde el misterio de la vida. Como jóvenes asumamos ese compromiso y como Iglesia que camina aquí, en Argentina, miremos hacia delante y también nuestra historia, siempre proyectando desde la propuesta de Jesús.

Nuestra Señora de Luján, Patrona de nuestro país y nuestra Señora de Guadalupe como Patrona de América Latina nos acompañan e iluminan desde su lugar.

 

Oleada Joven