Evangelio según Mateo 19, 3-12

viernes, 13 de agosto de
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En aquel tiempo se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron para ponerlo a prueba: "¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo?" El les respondió: "¿No habéis leído que el Creador en el principio los creó hombre y mujer, y dijo: "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre"". Ellos insistieron: "¿Y por qué mandó Moisés darle acta de repudio y divorciarse?" El les contestó: "Por lo tercos que sois os permitió Moisés divorciaros de vuestras mujeres; pero al principio no era así. Ahora os digo yo que si uno se divorcia de su mujer -no hablo de prostitución- y se casa con otra, comete adulterio". Los discípulos le replicaron: "Si ésa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse". Pero él les dijo: "No todos pueden con eso, sólo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el Reino de los cielos. El que pueda con esto, que lo haga".

Palabra de Dios





 Reflexión: Monseñor Marcelino Palentini | Obispo de la Diócesis de Jujuy

 

 

Con mucha alegría quiero compartir con ustedes estos momentos para poder vivir juntos el Evangelio, un mensaje para todo el que tiene un corazón abierto a la Palabra de Dios que es Palabra de Vida para todos nosotros.

Queridos jóvenes, el Evangelio de hoy nos presenta una situación que es de muchísima actualidad sobre todo después de todos estos temas conflictivos que hemos vivido y vivimos en nuestro país; esto del matrimonio del mismo sexo, toda esa temática tan discutida que se nos va viniendo encima y que sigue siendo eje de muchas discusiones nuestras; en este párrafo del Evangelio de hoy de Mateo 19, 3-12, se nos presenta un diálogo entre Jesús y algunos fariseos que le plantean, evidentemente, no para descubrir la verdad sino simplemente para ponerlo a prueba le dicen: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?". Esto es un tema de muchísima actualidad, como decía, que tenemos que ir pensándolo bien. Jesús la respuesta que le da no es desde el sentimentalismo, tampoco entra a cuestionar la pregunta sino que le da una respuesta partiendo de la Palabra de Dios.

Ante la cuestión del divorcio y del repudio se remonta el origen al plan de Dios, el matrimonio merece un respeto grande; su indisolubilidad nace del amor entregado, consagrado y bendecido. Pensar en el repudio destruye la fuente del amor, así como el matrimonio da respuesta a una vocación y no a una pasión así también el que decida ser célibe no lo hace por una renuncia sino por una llamada ditinta al amor.

La tarea de los esposos es cuidar el amor que los une, trabajarlo diariamente en los detalles, pulirlo con una ofrenda personal cada vez más grande, por eso a mí me llamó mucho la atención en una visita a una familia un cartelito que el esposo -a la mañana antes de ir a trabajar- le dejo en la heladera a la esposa: "hoy te quiero más que ayer", éste es el secreto de la perseverancia y de la fidelidad en el amor porque va creciendo día a día. Por lo tanto, no es solamente decir: "aguantamos el estar juntos" sino, como muchas veces se dice ¿no?, "uy, ¡cuántos años, qué aguante!". Sino al contrario, alegrarnos de que cada día dos esposos se pueden amar cada vez un poquito más. Por lo tanto, descubrir que el amor es una perla preciosa y la perla no vale por el brillo externo solamente sino por lo que es por dentro, el amor es una perla de gran valor; lo mismo que el que hace la opción por el llamado de Dios al celibato, un celibato por el reino de Dios. También eso es una vida de amor, la mujer y el hombre se consagran para ser don y comunión, una entrega total y un servicio gratuito.

El hombre y la mujer en el matrimonio, ese es el proyecto de Dios; se complementan, se ayudan, se fortalecen y al entregarse el uno al otro son fuente de vida, de amor y signo de esperanza para el mundo. El que vive en el amor sabe que no termina nunca porque el amor es reflejo del amor de Dios que es eterno; por eso hay que alimentarlo, hay que cuidarlo, hay que protegerlo pero saber que el amor que Dios nos ha puesto en nuestro corazón no es un amor a prueba por un tiempo sino un amor para siempre. Solamente el que piensa en un amor que confunde con pasión puede pensar que termina en un cierto momento, no es un sentimentalismo pasajero sino es una conciencia de que tiene que reflejar el amor eterno de Dios.

Por eso, concluimos diciéndole al Señor:
Señor, fuente del Amor, dame fidelidad a tu llamada. Hazme testigo de mi vocación personal, amando cada día más.
¡Hasta la próxima semana, si Dios quiere!

 

Oleada Joven