Cuánto se nos pierde, se nos pasa de largo gracias a tanto apuro por llegar vaya saber a donde!!! A vos ¿también te pasa? ¿Sentís que no llegás, que el tiempo no te alcanza? Los exámenes, los finales, el cansancio, el trabajo ¿Te hacen sentir subido en ese tren, viajando a altísima velocidad?
Te proponemos detenerte, ahora, desde adentro, frená. Recorré con tu mirada lo que te rodea, saboreá el instante. Respirá hondo y, pensá en Dios, dale un momento también a Él, Señor del presente. Recordá que estamos en Adviento y es tiempo de contemplar el inmenso misterio de este Dios que se hace pequeño e indefenso para nacer en un humilde pesebre en Belén.
Y si todavía no lográs recuperar esa calma y serenidad, te dejamos la siguiente oración para que te ayude a entrar en esa sintonía:
Señor, me gustaría detenerme
en este mismo instante.
¿Por qué tanta agitación?
¿Para qué tanto frenesí?
Ya no sé detenerme.
Me he olvidado de rezar.
Cierro ahora mis ojos.
Quiero hablar contigo, Señor.
Quiero abrirme a tu universo,
pero mis ojos se resisten
a permanecer cerrados.
Siento que una agitación frenética
invade todo mi cuerpo,
que va y viene, se agita,
esclavo de la prisa.
ahora mismo.
¿Por qué tanta prisa?
¿Por que tanta agitación?
Yo no puedo salvar al mundo.
Yo soy apenas una gota de
agua en el océano inmenso
de tu maravillosa creación.
Lo verdaderamente importante
es buscar tu rostro bendito.
es detenerse de vez en cuando,
y esforzarse en proclamar que
Vos sos la Grandeza, la Hermosura,
la Magnificencia, que Vos s el Amor.
Lo urgente es hacer y dejar
que Vos hables dentro de mí.
Vivir en la profundidad de las cosas
y en el continuo esfuerzo por
buscarte en el silencio de tu misterio.
Mi corazón continúa latiendo,
pero de una manera diferente.
no estoy haciendo nada,
no estoy apurándome.
simplemente, estoy ante Ti, Señor.
Y qué bueno que es estar delante de tuyo.
Que así sea!
Ignacio Larrañaga