Ven, dame tu mano

domingo, 11 de diciembre de



¡Ven, dame tu mano! Cuando estés triste, aún sin saber por qué, acércate a Mí y dame tu mano. Yo la asiré con fuerza y compartiré tu tristeza y a menudo la convertiré en Alegría. Cuando el dolor por una pérdida te sea insoportable y te retuerza el corazón hasta hacerte daño, no lo dudes, acércate y te envolveré en un abrazo de Amor, y tus lágrimas se mezclarán con las mías. Te acariciaré tus cabellos, te besaré la frente y no te soltaré, hallarás consuelo en mis brazos y fuerza para seguir adelante.


¡Ven, hermano, dame tu mano! Cuando te sientas desfallecer, cuando te parezca que las fuerzas te faltan, que el camino se ha vuelto tan duro que apenas puedes avanzar un paso más, que nada tiene ya sentido, que el mundo te parece sólo un valle de lágrimas y no vislumbras un horizonte de esperanza. Cuando esto te ocurra, ¡ven y dame tu mano! Yo te haré ver más allá, te mostraré lo que se esconde tras ese valle, volaremos por encima de las montañas, más alto, más lejos, allá donde la Luz brilla y se anuncia un mañana de Amor. Dame tu mano, hermano. Y si no te basta con mi mano, te tomaré en brazos y recorreré por ti parte de tu camino, hasta que recuperes las fuerzas y vuelvas a llenarte de Amor y de Esperanza.


¡Ven, dame tu mano! Cuando la noche se vuelva eterna y la soledad se cuele en el alma, llenándote de negro vacío y atroz desesperanza, acércate a Mí. Yo te sacaré de las tinieblas, del abismo profundo, del miedo aterrador, y reanimaré tu corazón con mis caricias, y susurraré palabras de aliento a tu alma, y poco a poco, desaparecerá la niebla y, ante tus ojos, descubrirás el bello paisaje del Amor, la Fe y la Esperanza.


¡Ven, amado hermano, y dame tu mano! Cuando los demás te abandonen, te traicionen, te den la espalda en el peor momento, te critiquen, te calumnien, te dejen abandonado y medio muerto a mitad de camino, ¡ven, y agárrate fuerte de mi mano! Yo me convertiré en tu mejor aliado, tu amigo inseparable, tu compañía siempre fiel, constante apoyo, aliento eterno. Te envolveré en mi abrazo y recibirás de Mí la fuerza de mi Amor. Pondré en tu camino a quien te ame, te comprenda, te acoja y te consuele. Cuando conozcas mi Amor, ya nunca más volverás a sentirte solo.


Ven, queridísimo hermano, y dame tu mano. En la tristeza, en la pobreza, en la enfermedad, en las penas y en el sufrimiento, en la desesperanza y en la soledad, en la injustica, en la opresión. Dame tu mano, y Yo no te soltaré jamás. Y si con mi mano no te basta, te daré un abrazo (o dos o cien), y con él te envolveré con mi Amor. Y sabrás que TODO ESTÁ BIEN, que no pasa nada y que nunca, nunca, estarás ya solo.

 

 

 

Fuente: guillermourbizu.com

 

Oleada Joven