Evangelio segun San Mateo 22, 1-14

miércoles, 18 de agosto de
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En aquel tiempo volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo: "El Reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda". Los convidados no hicieron caso, uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis convidadlos a la boda". Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos"".

Palabra de Dios


Reflexión: Monseñor Luis Alberto Fernandez | Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Buenos Aires




¿Cómo es Dios? ¿Cómo será el lugar donde vive? Jesús dice que se parece a una gran fiesta, a un gran banquete, como un casamiento de un príncipe. Qué hermoso saber que la vida con Dios es alegría, es comunión, donde no hay lugar para la tristeza, la angustia; por eso se habla de música, de baile, de fiesta, al cual todos somos invitados. Pero hay quienes no quieren participar, se sienten más atraídos o sólo centrados en sus vidas, sus pertenencias, sus negocios, sus violencias, como si tuvieran un sentido de fiesta equivocado, que piensa sólo en placeres egoístas, sin importarle la dignidad del otro, como temiendo perder lo que es y lo que tiene, sólo desea gozar encerrándose en sí mismo, llamando fiesta aún a aquello que atenta o le quita su propia vida, perdiéndose así el ser feliz de verdad.

Por eso, qué lindo escuchar que todos estamos invitados, Dios no discrimina a nadie, sólo nos tenemos que poner el vestido, el traje de fiesta y dejarnos llevar por el amor de Dios. Animarnos a ser felices desde la vida de Dios, es la vida de los santos, ellos nos ayudan a seguir ese camino. Es la felicidad, la humildad y la sencillez de hacernos como niños, como nos dice la vida de Santa Teresita; es la alegría y la virginidad y el martirio de María Goretti, dar la vida para que se resplandeciera en ella la vida de Dios; es el de dar la vida para que un padre vuelva a su familia, con su mujer y sus hijos, como la dio el Padre Maximiliano Kolbe, en los campos de concentración de Auschwitz; o el de la Beata Teresa de Calcuta, para que los más olvidados y pobres no pierdan la confianza en Dios que los ama.

Cuando queremos armar la felicidad, sólo desde nosotros, solemos terminar en los vicios, matando nuestro propio cuerpo, o divirtiéndonos a costilla de los demás, ultrajando, avasallando, y terminamos en la soledad, la tristeza y las pocas ganas de vivir, haciendo una cultura de la muerte.

Por eso, qué bueno que hemos sido invitados a un banquete, el mismo Dios nos invita, allí encontraremos manjares verdaderos, de belleza, de bien, de verdad, de solidaridad; allí olvidándonos de nosotros mismos para que otros vivan felices, será la felicidad y vida plena para siempre, la felicidad que no tiene fin, la felicidad con Dios.

 

 

 

 

Oleada Joven