Señor, tengo deseos, anhelos, sed. Algo me empuja vitalmente en mis entrañas, el motivo existencial de mi vida. Vivo porque te deseo, Señor, Deseo tu presencia con enorme sed. Imagino tu rostro, escucho tu voz, Adoro tu divinidad. Si tan dulce es esperarte ¿cómo no será encontrarte?
Quiero encontrarte en la oración. Tu presencia inconfundible, esos momentos en los que alma se olvida de todo a su alrededor y queda en silencio ante ti. Tú dominas el arte de hacer sentir tu presencia al alma que piensa en ti con amor.
Quiero encontrarte en la eucaristía, la gloria escondida de tu cena con tus amigos. Me acerco a ti con fe, y vendré una y otra vez con el recuerdo de esas reuniones y la ilusión de sentirme de nuevo cerca de ti.
Quiero encontrarte en el rostro de los hombres, en la compañía de mis semejantes, en la revelación súbita y profunda de que todos los hombres son mis hermanos, en la necesidad de los pobres y en el amor de mis amigos, en la sonrisa del niño y el ruido de la muchedumbre. Tú estás en todos los hombres, Señor,
y quiero reconocerte en todos ellos.
Quiero también Señor, encontrarte finalmente en la pobreza de mi ser en la desnudez de mi alma. Anhelo encontrarte, Señor. Esperanza de quien busca a su creador, quien ansía encontrar la razón para la cual ha sido creado. Esperanza que da sentido a mi vida dirección a mi caminar.
Vengo a ti, Señor. Amén