¡Qué criticable eres, Iglesia!. Sin embargo, ¡cuánto te amo! ¡Cuánto me has hecho sufrir!
Pero, ¡cuánto te debo!. Quisiera verte demolida; pero necesito de tu presencia. ¡Me has dado tantos escándalos!. Y, sin embargo, me has hecho entender la santidad. Nada, por una parte, he visto en el mundo mas oscurantísimo, más comprometido y más falso; pero, nada, por otra parte, he tocado más puro, más generoso y más bello.
¡Cuántas veces he sentido deseos de estrellarte contra la puerta de mi alma!. ¡Y cuantísimas otras veces he pedido morir en tus brazos, los únicos seguros¡. No, no puedo librarme de ti, porque soy tuyo, aunque sin serlo por entero. Además, ¿a dónde iría ? ¿A fundar otra Iglesia?. El caso es que no sabría fundarla sino con los mismísimos defectos, ya que son los míos los que llevo dentro. Por otra parte, sería mi Iglesia y no la de Cristo. Soy lo bastante viejo para comprender que no soy mejor que los demás.
Carlo Carretto