El canto está siempre en sus labios.
El canto que alegra y purifica como el agua como la luz como el sol y se traduce en risa franca y confiada.
Canta en el templo. Canta en el hogar. Canta cuando la pena ronda su alma. Canta cuando trepa las cordilleras.
¡Las cumbres y el mar! Ahí están sus preferencias: ellas reflejan su alma.
Alta como los Andes. Ancha, serena, profunda como el Pacífico que baña las costas de su Patria.
San Alberto Hurtado