Evangelio según San Marcos 3, 1-6

martes, 17 de enero de
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En aquel tiempo entró Jesús de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano tullida. Lo estaban espiando para ver si lo curaba en sábado y acusarlo. Jesús le dijo al tullido: «Levántate y ponte ahí en medio». Y a ellos les preguntó: «¿Qué está permitido en sábado; hacer el bien o hacer el mal; salvar una vida o destruirla?» Ellos se quedaron callados. Mirándolos con ira y entristecido por la dureza de su corazón, dijo al hombre: «Extiende la mano». El la extendió y su mano quedó sana. En cuanto salieron, los fariseos se pusieron de acuerdo con los herodianos para planear el modo de acabar con él.

 

Palabra de Dios

 

 


 

P. Mariano Cortes Asesor de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de 9 de Julio

 

 El relato nos habla de la curación de un hombre que estaba enfermo, que tiene la mano paralizada, en realidad también este texto tiene otra enseñanza de Jesús hay otro detalle importante: la mirada de Jesús; es la mirada que nosotros muchas veces podemos tener.

 

El texto habla que los fariseos a Jesús lo observaban atentamente. Lo observan para ver si curaba el sábado, lo observan, dice por ahí, para acusarlo, buscaban motivos para acusarlo. Jesús, más adelante, dice que les dirige a los fariseos una mirada totalmente distinta, la mirada de Jesús dice que la llena de indignación y de pena, a Jesús le duele ver a esos hombres, le duele ver su actitud, le duele ver su forma de actuar. Mientras que la mirada de los fariseos es acusatoria, la mirada de Jesús es una mirada que sufre al ver la actitud de los fariseos.


Podríamos preguntarnos, descubriendo la mirada de los fariseos si nuestra mirada no se parece muchas veces a la de ellos, si también nosotros no miramos a los demás acusándolos, buscando elementos para acusarlos y al mirarlo a Jesús podríamos pedirle al Señor que nos mire con amor, que nos ayude a descubrir cuáles son aquellas cosas que hay en nosotros que a él le indignan o lo apenan, le entristecen. Cuales son aquellas cosas que a el no le gustaría encontrar, no le gustaría ver en nosotros.

 

Podríamos terminar pidiéndole al Señor, en oración: "Señor, purifíca mi mirada, Señor ayúdame a mirar a los otros de una forma distinta, Señor también podemos pedirte que nos mires a nosotros con amor, que nos ayudes a descubrir aquellas cosas que nos tenemos que limpiar, que nos tenemos que purificar para que nos puedas mirar con alegría, con paz".

 

Te dejo en la presencia del Señor y la Palabra que es tu alimento en este día y con mi bendición en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.  

 

Oleada Joven