Podríamos orar todos por cada uno.
1. El dedo pulgar es el que está más cerca de nosotros mismos. Así que comencemos orando por aquellos que están más unidos a nosotros. Son los más fáciles de recordar. Orar por los que amamos es «una dulce tarea».
2. El próximo dedo es el índice. Oremos por los que enseñan, instruyen y curan. Ellos necesitan apoyo y sabiduría, la sabiduría que deben pedir a Dios, para conducir a otros por la dirección correcta. Debemos mantenerlos en nuestras oraciones.
3. El siguiente dedo es el más alto. Nos recuerda a nuestros líderes, a los gobernantes, a quienes tienen autoridad. Ellos necesitan, a su vez, de la dirección divina.
4. El próximo dedo es el del anillo. Sorprendentemente, éste es nuestro dedo más débil. El nos recuerda que debemos orar por los débiles, enfermos o atormentados por problemas. Ellos necesitan de nuestras oraciones.
Extrapolando, podríamos preguntarnos: ¿por ser, sorprendentemente, nuestro dedo más débil, se lleva el anillo de bodas en ese dedo, para recordarnos en el matrimonio ser soporte uno del otro?
5. Y finalmente tenemos nuestro dedo pequeño, el más pequeño de todos. El meñique debería recordarnos orar por nosotros mismos. Cuando hayamos terminado de orar por los primeros cuatro grupos, nuestras propias necesidades aparecerán en una perspectiva correcta y estaremos preparados para orar por nosotros mismos de una manera más efectiva.
Fuente: iglesia.org