¿Qué sucedería si Jesús decidiera instalar un contestador telefónico automático en el Cielo?
Imaginate a vos mismo rezando y escuchando el siguiente mensaje:
“Gracias por llamar a la Casa de mi Padre. Seleccione una de las siguientes opciones: Para “Peticiones”: presione 1. Para “Acciones de gracias”: presione 2. Para “Quejas”: presione 3. Para otros asuntos: presione 4…”
Imaginate si Dios usara la excusa tan conocida…
“De momento todos nuestros Ángeles están ocupados atendiendo otros feligreses. Por favor manténgase orando en línea y su llamada será atendida en el orden que fue recibida.”
¿Te imaginás obteniendo este tipo de respuestas cuando llames a Dios en tu oración?
“Si desea hablar con Pedro: presione 5. Si desea hablar con el Arcángel Miguel: presione 6. Si desea hablar con cualquier otro Ángel: presione 7. Si desea que el Rey David ele cante un Salmo: presionen 8. Si desea hacer reservaciones para la Casa de mi Padre solamente presione J U A N seguido de los números 3 – 16 Si desea obtener respuestas a preguntas sobre los dinosaurios, la edad de la Tierra, OVNI’s, donde está el Arca de Noé… espere a llegar al Cielo.”
¿Te imaginás lo siguiente en tu oración?
“Nuestra computadora señala que ya llamó otra vez hoy, cuelgue inmediatamente y despeje la línea para que otros puedan también orar.”
O bien: “Nuestras oficinas estará n cerradas el fin de semana por Semana Santa. Por favor vuelva a llamar el lunes.”
Gracias a Dios que esto no sucede. Gracias a Dios que lo podés llamar en oración cuantas veces necesites. Gracias a Dios que a la primera llamada Él siempre te atiende. Gracias a Dios que Él nos responde personalmente y por nuestro nombre. Gracias a Dios que Él conoce nuestras necesidades antes de que se las expresemos. Gracias a Dios porque en Jesús y con Jesús nunca estará la línea ocupada. Gracias a Dios… Que sólo de nosotros depende llamarlo en Oración.
“Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá la puerta. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y se abrirá la puerta al que llama.” (Mt. 7; 7 – 8)