Sí, queridos amigos, Dios nos ama. Ésta es la gran verdad de nuestra vida y que da sentido a todo lo demás. No somos fruto de la casualidad o la irracionalidad, sino que en el origen de nuestra existencia hay un proyecto de amor de Dios. Permanecer en su amor significa entonces vivir arraigados en la fe, porque la fe no es la simple aceptación de unas verdades abstractas, sino una relación íntima con Cristo que nos lleva a abrir nuestro corazón a este misterio de amor y a vivir como personas que se saben amadas por Dios.
Si permanecen en el amor de Cristo, arraigados en la fe, encontraran, aun en medio de contrariedades y sufrimientos, la raíz del gozo y la alegría. La fe no se opone a sus ideales más altos, al contrario, los exalta y perfecciona. Queridos jóvenes no se conformen con menos que la Verdad y el Amor, no se conformen con menos que Cristo.
(…) Queridos amigos, que ninguna adversidad los paralice. No tengan miedo al mundo, ni al futuro, ni a sus debilidades. El Señor les ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a su fe siga resonando su Nombre en toda la tierra.
(…) Queridos jóvenes, para descubrir y seguir fielmente la forma de vida a la que el Señor los llama a cada uno, es indispensable permanecer en su amor como amigos. Y, ¿cómo se mantiene la amistad si no es con el trato frecuente, la conversación, el estar juntos y el compartir ilusiones o pesares? Santa Teresa de Jesús decía que la oración es «tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (cf. Libro de la vida, 8).
Palabras que el Papa Benedicto XVI iba a pronunciar en la vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud 2011, cuando se vio interrumpido por la fuerte tormenta