Abrir las puertas de par en par

viernes, 10 de febrero de
image_pdfimage_print

 

 

 

Repito, una vez más, a todos los hombres contemporáneos el grito apasionado con el que inicié mi servicio pastoral: “¡No tengan miedo! ¡Abran de par en par las puertas da Cristo!”. Abran a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas tanto económicos como políticos, los dilatados campos de la cultura, de la civilización, del desarrollo. ¡No tengan miedo! Cristo sabe lo que hay dentro del hombre. ¡Sólo Él lo sabe! Tantas veces hoy el hombre no sabe qué lleva dentro, en lo profundo de su alma, de su corazón. Tan a menudo se muestra incierto ante el sentido de su vida sobre esta tierra. Está invadido por la duda que se convierte en desesperación. Permitan por tano- les ruego, les imploro con humildad y con confianza- permitan a Cristo que hable al hombre. Solo Él tiene palabras de vida, ¡sí! de vida eterna”

 

 

Abrir de par en par las puertas a Cristo, acogerlo en el ámbito de la propia humanidad no es en absoluto una amenaza para el hombre, sino que es, más bien, el único camino a recorrer si se quiere reconocer al hombre en su entera verdad y exaltarlo en sus valores.

 

La síntesis vital entre el Evangelio y los deberes cotidianos de la vida que los fieles laicos sabrán plasmar, será el más espléndido y convincente testimonio de que, no el miedo, sino la búsqueda y la adhesión a Cristo son el factor determinante para que el hombre viva y crezca, y para que se configuren nuevos modos de vida más conformes a la dignidad humana. ¡El hombre es amado por Dios! Éste es el simplicísimo y sorprendente anuncio del que la Iglesia es deudora respecto del  hombre. La palabra y la vida de cada cristiano pueden y deben hacer resonar este anuncio: ¡Dios te ama, Cristo ha venido por ti; para ti Cristo es el “Camino, la Verdad, y la Vida!” (Jn 14, 6)

 

Juan Pablo II

 

Fuente: "Christifideles Laici", Exhortación Apostólica Postsinodal sobre la vocación y la misión de los laicos en la Iglesia y el mundo, Juan Pablo II

 

 

 

Oleada Joven