Toda la vida fue bella desde ese instante en que se perdió en la nada de la vida, buscando las cosas que hacía para preferirse muerto a viviendo sin amor, que es en el Padre y no en la Madre, las entrañas. Yo Soy, dijo Jesús, y quién es más que Él en esta vida que todos tenemos, no para nada, sino para amarla como las entrañas de Él y no nuestras. En más, la vida prosiguió sin proseguir, y amaban tanto su sí estos hombres que él ya quería el convento como el corazón suyo. A no seguir buscando la nada de la vida, que Dios no es ninguna nada, sino que es todos, y está en la tierra pero en el cielo para él, que, con su cráneo roto y todo tenía tiempo para estas meditaciones meditabundas, y hacía cualquier cosa por conseguir un tiempo propicio para recrearse en Dios, que Es el que Es. ¿Qué sería de Dios, en nuestro uno de todos, si no hicieran algo por Él? Como esto que hago por ustedes, hombres necios, para que sepan que Dios nos quiere en el cielo, del perdón, porque sepan que Dios tiene misericordia para todos. Sí, descúbranme, y descubran que yo soy aquél de quien hablo: Carlos. Adiós, dijo la esposa, y no lo volvió a ver desde entonces, porque él se fue, a proseguir la nada de la vida entre todos los hombres, que buscan a Dios un poco en su nada de la vida, donde todos entramos, algunos para hacer oración, otros para hacer máculas. Todo lo sé ya, decía Carlos, yo, entre las cosas entonces, mas ahora estaba en Dios, y todo lo que hacía no era por sí sino para las almas, para que éstas descubrieran que la nada de la vida no es nada sin Dios, que está para todos sus hijos lo mismo que para su Vida. Quizá fuera por el mal de su cabeza que no volvía, algo le habrá pasado, pensaba su mujer desde el instante en que descubrió que toda la vida sería así: soledad, pues todo lo pensaba sin amor al otro, y lo quería tanto ver sin embargo, que se creería que todas las cosas tenían que ver con ella y su angustia. Adiós Nonino era la canción preferida de su marido, y ella lo buscaba conocer desde las entrañas de las máculas del mundo, que yo no soy ya, porque yo la abandoné para buscar a Dios en el cielo, donde estoy y seguiré estando, pero en mi casa y con mi esposa, que es sin ser, y ama sin amar, mas yo la quiero igual, como ha de quererse todo en la tierra, para el bien de Dios. En fin, mi angustia era su angustia, porque yo estaba despechado por la vida, haciéndola sin gracia de Dios, y con gracia de mundo, y así la quise entonces, mas así la quiero ahora: para el bien de las almas, pues Dios es el Dios de la Misericordia. Mi angustia era su angustia, y se perdía tanto en sí esta mujer, que se creería que toda la vida la sufriría por su angustia del uno, que yo no soy, porque estoy en la tierra pero en el cielo, buscando a Dios siempre en mi nada, para ser para todos mi vida, cuando la tenga.