Qué pena pensar que muchísimos hombres no viven la vida, porque no la ven. Y no la ven, porque miran las cosas, miran al mundo con sus propios ojos.
En cambio, si la gente lo hiciera a través del prisma del amor, aún el dolor hablaría de Dios.
Así ya lo humano pierde su dolor, cuando un alma se abandona a Dios, sobre cada lágrima nace una sonrisa, y en cada ocaso un amanecer.
La frase del mundo: "No hay rosas sin espinas" se transformará y se dará: "No hay espinas sin rosas"
Fuente: "Vivir con Cristo", Editorial Verbo Divino, Editorial Guadalupe.